Ya hemos entrado en el verano y se anuncian las olas de calor. Aquí estoy con el alisio puesto, una corriente de aire fresco que me hace olvidar que estamos enfrente del Sahara. Hay muchas cosas que nos hacen ver la realidad de otra manera. Hoy me tropiezo con un artículo de Eduardo Inda que es demoledor. No me gusta el amarillismo de este periodista, pero he de reconocer que sabe escribir y que, cuando quiere colocar un mensaje, lo hace con nitidez. Habla sin tapujos de una realidad que está ahí, de la demolición calculada de la Transición de 1978. No hace falta que él lo diga para que lo estemos observando desde hace años: exactamente veinte. A veces, los alisios nos engañan y pensamos que la primavera eterna es para todos los países y no es así. Desde que nos salimos del área de influencia de los vientos benéficos, las cosas empiezan a ser de otra manera. No va bien el mundo aunque aquí no lo notemos. No van bien las cosas a pesar de lo que digan los observatorios económicos y los otros. O quizá sí van bien y lo vemos todo con la negritud pesimista de los inconformes: esos que se quejan del viento sin darse cuenta de que los refresca.
Hay días en que lo único que me apetece es cerrar el ordenador, no leer la prensa, coger el coche para irme al monte y a la playa y disfrutar del regalo que nos hace la naturaleza sin que se lo hayamos pedido. Aquí tengo donde elegir. Mi hijo y su pareja se han venido de Barcelona a patear al Cedro. Está cubierto, como es natural. Esa es la garantía para la vida de la laurisilva, y para nosotros también. Si no fuera así, esto sería un desierto pelado. Esa es una de las razones por las que nos visitan los turistas europeos que huyen del clima continental tanto en invierno como en verano. De paso, nos ayudan a vivir un poco mejor. Este conjunto de cosas es nuestro ecosistema, incluyendo a los lagartos y a los gatos. Quiero decir que los que, según unos, nos amenaza con matarnos es lo que nos da la vida. Siempre ocurre igual: pequeños simulacros de muerte nos hacen preservar la salud.
Me he puesto a pensar en estas cosas y he llegado a la conclusión de que todo es igual si lo contemplamos en el espectro más grande de la historia. Vamos de un lado al otro, como un péndulo, porque la existencia es movimiento, es la dinámica permanente con la que avanza el universo a no se sabe dónde, es el cambio, es la alternancia en la manera de ver las cosas, es diversidad y divergencia, pero también es acuerdo y equilibrio dentro de las normas naturales que exigen la sostenibilidad. La sostenibilidad no es un concepto moderno, ni siquiera progresista, es el modelo que nos ofrece el planeta para que lo copiemos. Siempre habrá un idiota que diga que fue él el que lo inventó. Los alisios vienen todos los años por la misma época y nadie puede decir que es el encargado de traerlos. Hoy escribe Inda un artículo catastrófico. No digo que no tenga razón porque me preocupan las mismas cosas que a él, pero me consuelo al saber que no me achicharro gracias a que, por una corriente que se origina en el golfo de México, estoy fresquito mientras que, en Atenas, Roma y buena parte de la Europa continental, están tirando de aire acondicionado con el gas que les compran a los rusos, que, por si fuera poco, no se van de Ucrania.