Dicen que el domingo salió la virgen del Pino en la romería de San Benito. Yo no la vi. Creo que es una imagen muy pequeña y, por eso, pasó inadvertida. Por fin, no vino Carolina ni los Gofiones ni otros políticos que estaban más pendientes de la selección y de Alcaraz. Todo ello a pesar de adelantar la salida a las 11.30, por el calor, según me informaron. Quienes sí estuvieron fueron Susan y Jacob, una pareja de ingleses, de Bristol, que están pasando unos días en el Puerto de la Cruz. Alguien ha dicho que se produjo un hermanamiento en ese sentido. Mal calculado el día para ese acontecimiento porque, después del fútbol, no estaba el horno para bollos. El único protagonista en las redes ha sido Elfidio, al que Los Sabandeños le cantaron al pasar bajo el balcón. Yo estuve en un terraza en La Concepción, invitado por mi amigo Álvaro Padilla, todo amabilidad y dinamismo. Muchas carretas. Ahora las yuntas tienen trabajo casi todo el año. Urbaser hizo una exhibición de su poderío limpiador y, en pocos minutos, quitaron las bostas y dejaron las calles como una patena. Nos tomamos un batido en Melita. No había tranquilidad. Ahora no hay fiesta sin abuso de los decibelios y los altavoces los estuvieron probando toda la tarde, destrozándonos los oídos. No sé quién ha asociado diversión y ruido. Seguro que es alguien que no entiende de estas cosas. Había un grupo tocando en una plataforma, frente al antiguo Orfeón La Paz, que ahora es La Caixa.
En la esquina, junto a la escultura de Pepe Abad que parece un sacacorchos, había dos menores migrantes que no se atrevían a incorporarse al festejo. Me dieron ganas de abrazarlos. Luego, cuando estaba en casa viendo el partido, disfruté con Lamine Yamal y vi al rey Felipe estrechándolo entre sus brazos y pensé que, en ese abrazo, estábamos representados todos los españoles. Entonces, me olvidé de no haber visto a Carolina ni a Los Gofiones ni a la Virgen. Bueno, qué se le va a hacer. Como dicen en Con faldas y a lo loco nadie es perfectoo.