tribuna

Cosas del clima

Domingo 11 de agosto. Ola de calor en toda la Península. La prensa dice que País Vasco y Cantabria están en peligro. Aquí amaneció fresquito y anoche estuvo traqueteando la ventana con el alisio. Hace más de 30 años, regresando del Sur por Las Cañadas, nos sorprendió una nevada en pleno agosto. Todavía no se hablaba de calentamiento global. Creo que sólo se comentaba lo de la capa de ozono, con un agujero como un tomate en un calcetín, pero parece que se cerró por su cuenta sin que los de Green Peace hayan sabido explicar de qué forma lo hizo. Yo no entiendo mucho de estas cosas. No soy un experto. Solo tengo a mi memoria para no olvidar lo que he vivido y lo que leo. Ya sé que es bien poco, pero me sirve para armar un razonamiento y una conclusión sin que nadie me influya, aún reconociendo que saben más que yo.

En fin, que aquí no hace calor, lo cual quiere decir que somos la excepción de lo global. Estamos frente a un cambio. Uno más de los que el mundo ha sufrido. El primero y más importante para la humanidad fue cuando fuimos expulsados del Paraíso. Nadie se ha atrevido a calcular cuánto tiempo estuvimos allí, pero lo cierto es que siempre hemos añorado esa época como la de la libertad y la felicidad absolutas. La tendencia de nuestro subconsciente es retornar a ese período de paz, pero el instinto de expansión y civilización nos lo ha impedido. Vivimos esclavos de un fatalismo que nos atormenta y nos satisface a partes iguales. Ahora somos testigos de un cambio, y cada vez que esto ocurre surge la amenaza apocalíptica para aceptar con sumisión lo que se nos viene encima. Pasados unos años todo habrá quedado atrás y lo que hoy nos parece imprescindible pertenecerá a un pasado inservible.

Como dice Lampedusa, todo cambiará para que todo siga igual. Los ricos y los poderosos continuarán dominando el planeta, pero procurando que la gran masa de la mediocridad crea que son ellos los que lo hacen. Por eso andan atemorizándonos con los peligros del calor, y yo pienso que el pasar frío en agosto, como me ocurrió anoche, es separarme un poco de la marcha uniforme de las cosas hacia el progreso, que estoy perdiendo la locomotora de los cambios, que me quedaré atrás porque la indolencia apareada a la bondad del clima me va a impedir avanzar adecuadamente al mismo ritmo que avanza estúpidamente el mundo. ¡Qué le vamos a hacer! Las cosas son así. Nunca llueve a gusto de todos.

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