tribuna

Jerusalema

Jerusalema es una canción de Master KG, que fue lanzada en diciembre de 2019 y se convirtió en un himno en la lucha contra la pandemia del Covid. Surgió en Sudáfrica, como el waka waka de Shakira, pero su éxito y su impacto ha resultado más duradero. Las redes se han llenado de videos con grupos de niños bailando, algunos hechos con IA, que han conseguido una difusión que supera los 200 millones de visitantes. Jerusalema es una canción religiosa. Habla de esperanza, de salvarse, de mantener la confianza en la raza humana a pesar de las miserias y las debilidades que la amenazan. Jerusalema produjo su efecto de resistencia frente a la adversidad, y el virus ha pasado a ser un recuerdo malo que hemos superado entre todos. También es cierto que algunos se forraron traficando con mascarillas, pero la alegría y la sonrisa de unos negritos bailando en Uganda nos ha hecho olvidar a tanto salvaje, blancos en este caso. Jerusalema hace referencia a unos versos del Apocalípsis. Dice Jerusalén es mi hogar. Sálvame. No me dejes aquí. Repite Ngilondoloze y los niños brincan descalzos como si el suelo les quemara los pies. Jerusalema es un negocio de Tik Tok, pero su efecto salvífico nos hace olvidar que se trata de eso. No podemos estar siempre mirando al mundo como si todo se tratara de un asunto de dinero. Hay otras cosas. El optimismo también vende, como la esperanza de seguir, asimilada a una condición resistente que nos mantiene apegados a la vida por encima de todo. La inteligencia artificial también ha metido sus manos en la canción y reproduce a unos niños pequeños, con una animación imperfecta que les congela la sonrisa en sus bocas abiertas y retocadas por un filtro. Vivimos un mundo de efectos especiales, de ficción repetida para vivir nuestra realidad en unos dobles fabricados digitalmente. Al virus no lo venció lo digital. Lo vencimos nosotros, con nuestros sacrificios, nuestras cuarentenas, nuestras vacunas y nuestras mascarillas. Al final, pese a los esfuerzos de Jerusalema, hemos terminado arrojándonos a la cara los méritos y los fracasos, como hacemos con todo lo que nos afecta convirtiéndolo en política, en dinero y en control del poder. África es enorme, y al sur vive una comunidad que produce canciones como esta y premios Nobel como Coetzee o Nadine Gordimer. Siempre se vislumbra una libertad en el sur que es consumida e interpretada en el norte. La superación del apartheid es un símbolo de libertad, una posibilidad de derribar las barreras del racismo y de hacer que los pueblos se descubran a sí mismos. Jerusalema nombra a Jerusalén, uno de los tres pilares en que se apoya nuestro mundo occidental, junto con Atenas y con Roma. Habría que inventar otro en donde existiera un punto de equidistancia que incluyera a oriente y a occidente; a las razas y creencias que separan a Israel de Palestina, a tanto fundamentalismo estúpido, a las divisiones obsoletas entre izquierdas y derechas. Jerusalema es un proyecto de unión que intenta estar por encima de estas cuestiones. Los 200 millones de visitantes en Tik Tok nos deberían hacer pensar. Olvidemos las mascarillas de Koldo y compañía y aceptemos la sonrisa de unos niños que transmiten la alegría de haberse quitado al bicho de encima. Este es el auténtico manual de resistencia que debemos tener en la mesilla de noche. Lo otro es para un día, o para lo que el cuerpo aguante.

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