Mientras el país se dirime entre Broncano y Motos la política parece dormir el sueño de los justos, pero no es cierto porque elegir entre dos programas de televisión, o sobre la fórmula de dos presentadores, también es política. Anoche Motos volvió a superar en audiencia a Broncano gracias a Lamine, Yamal con lo cual entran otros componentes, como el fútbol, a la hora de valorar las preferencias televisivas de los españoles. No todo es progresismo o conservadurismo, existen otros híbridos, como los coches, que sirven para medir los deseos mayoritarios de los ciudadanos. Margarita Robles, en la presentación de una novela de Julia Navarro, ha hecho un recordatorio a los ocho millones de exiliados venezolanos, acosados por lo que ha definido como una dictadura, y el Gobierno de Maduro ha llamado al embajador. El acuerdo del Parlamento tuvo como reacción unas declaraciones encendidas del presidente de su homólogo en el régimen bolivariano, el hermano de Delcy Rodríguez, pero Margarita es miembro del Ejecutivo y la respuesta es a otro nivel. Maduro no responsabiliza a Sánchez de lo que haga el Congreso de los diputados en España, al fin y al cabo con el voto en contra del PSOE, pero no pasa por la descalificación de una ministra, que se atreve a decir lo que piensa y sabe todo el mundo: que Maduro es un dictador y su régimen una dictadura disfrazada de democracia, que no sé que es peor. En una dictadura, al menos sabes con quien te la juegas y siempre es mejor que una democracia fraudulenta, donde ganar las elecciones de forma abrumadora no te da derecho a cambiar al presidente. No es comparable a decir que se gobierna sin el concurso de la representación de la soberanía popular porque con la geometría variable se pueden hacer equilibrios maravillosos, pero se le parece mucho. Hoy Fernando Onega hace este reproche, con pena, desde su columna de La Vanguardia, y este asunto no va más allá de a donde tiene que llegar. Es una pena, pero no es más que eso. Hoy los periódicos traen en portada el duelo entre Broncano y Motos, que se ha convertido en el debate ideológico nacional. Pues muy bien, mientras siga así esto es una balsa de aceite. Haciendo un juego de palabras hay que armarle la bronca al que va como una moto. España y yo somos así, señora.
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