tribuna

Lo cultureta

Es verdad que la cultura es elitista? Elitista es aquello que se resiste a ser popularizado, a bajar de la cúspide de la rareza exclusiva para confundirse con el consumo de las cosas normales. Eso lo practica a menudo lo cultureta que pretende alcanzar un parnaso que no le corresponde adoptando formas, lenguajes y estilos que solo son el plagio de una realidad a las que estas cosas importan poco. Por ejemplo, sumergirse en el mundo digital puede ser considerado una vulgaridad cuando alejarse de él resulta el anacronismo de despreciar el tiempo en el que se vive. Lo digital es un hecho que no se puede negar y las redes son el vehículo más potente que se pueda imaginar y su campo de expansión no está limitado al consumo de grupos de elegidos y de capillas. Tengo amigos que abominan del móvil en aras de mantener una pureza intelectual que no se deja contaminar por las novedades del progreso. Casi todos son progresistas, pero les puede una intención de aislamiento original donde preservar su extraordinario tesoro de elegidos. No tienen wathsapp, ni saben lo que es ni les interesa, porque viven aislados en sus torres de marfil donde se cuecen sus antologías circulares, de producción y consumo interno. Se niegan a leer libros electrónicos y no están dispuestos a entregar sus creaciones al mundo expansivo de las producciones informáticas. Son la élite que presume de serlo en tanto que es ignorada por la masa, porque confunden elitismo con aislamiento y se escandalizan si el pueblo se atreve a rozar los mantos con que se invisten, como si fueran una jerarquía intocable. Son los culturetas y hoy El País les dedica un interesante artículo. Son los restos de los antiguos cenáculos de café, los integrantes de un club para salir en la foto, donde se confunden adoradores con adorados, lo que queda de un universo que ya no tiene sentido. Sin embargo, pontifican y seleccionan y se creen con el derecho de confeccionar listas para incluir en ellas a los que van a participar de su misma dignidad. A veces me los tropiezo, casi por casualidad, y observo que ya no les queda material con el que autoalimentarse. Veo cómo su condición de intocables les aísla de las masas hasta llegar a ser unos perfectos desconocidos. Entonces, les corroe la envidia que alimenta a su superioridad incomprendida. Suelen refugiarse en ideologías tan progresistas que no alcanzan a entender lo que significa el término progreso. Menos mal que lo cultureta ha pasado a ser una manifestación minoritaria y casi anónima, perdida en el inmenso vehículo de comunicación e información que, con todo el riesgo, suponen las redes imperantes en el ámbito de la digitalización, que es el de la modernidad. Son viejos modernos, incapaces de comprender el concepto dinámico que encierra ese término, porque cuando lo moderno se estanca pasa inmediatamente a ser obsoleto. En esa obsolescencia, subsisten alimentándose de la escasez que han creado a su alrededor, consumiendo el oropel de sus galardones, sin darse cuenta de su condición de náufragos en un océano que no entienden. A veces siento lástima, pero es un sentimiento al que no me debo entregar porque entonces estaría militando en las filas contrarias, donde se requiere otra exclusividad frente a la humildad necesaria para pertenecer a la normalidad, ese lugar amplio en el que cabemos todos.

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