tribuna

Los juicios de Dios

El Tribunal Constitucional suspende los recursos presentados por las comunidades autónomas del PP y de Page contra la ley de Amnistía por no ser asuntos de competencia autonómica. Esto no quita para que otros (grupos parlamentarios, partidos políticos, asociaciones y ciudadanos) lo puedan hacer. Sería interesante conocer el fondo de los recursos y no dar por zanjado un asunto por defecto de forma, sobre todo cuando se trata de un tema de alto interés político. No quiero decir con esto que el Tribunal no tenga razón, a pesar de que cierta prensa lo considere como el inicio de una serie de victorias jurídicas. Al ciudadano de a pie le va a resultar difícil entender lo de la neutralidad de los jueces y a otros, la contestación les servirá para decir que nadie estará contento si las resoluciones judiciales no son de su agrado. La interpretación partidaria nos lleva a la incertidumbre que causa llevar los asuntos a la decisión de los jueces como último recurso, cuando los ciudadanos andan divididos a la hora de saber el porqué de las decisiones políticas. Lo que se discute sobre la ley de Amnistía no lo pueden dirimir los jueces, ni en lo formal ni en el análisis profundo de sus fundamentos legales, porque lo importante, que es el motivo real que mueve a aprobar la ley, no está en la mano de sus señorías enjuiciarlo. Una gran mayoría de españoles lo saben, a pesar de que la explicación de motivos diga otra cosa. Se trata de una argumentación de carácter político y aquí no cabe otra que creerla o rechazarla, digan lo que digan los magistrados de las últimas instancias. La pelea judicial no aporta nada al sentir de los ciudadanos, y menos el publicar, como si fuera un triunfo, que un recurso no ha sido admitido por defecto de forma. Estas son las triquiñuelas que enturbian la aplicación de las leyes, pero es que las leyes no tienen otra manera de expresarse y así funciona en ese ambiente limpio donde todos tienen el mismo derecho de atacar y defenderse. Esto es como volver a la época de los juicios de Dios y los vencedores de los torneos tuvieran más razón porque supieran emplear con más arte la lanza, la espada, el escudo, la maza o el hacha. Yo no imagino que Ivanhoe le ganara al caballero negro por un defecto de forma o porque el presidente de la justa, que debería ser el rey, dijera que las cinchas del caballo estaban mal ajustadas o que la lanza y la armadura no se encontraban en el lugar correcto antes de empezar la acometida. El problema de los juicios de Dios es que la verdad no siempre se podía poner en manos de este veredicto, porque la injusticia de la fuerza podría hacer caer la balanza a un lado o a otro. Aquí se trata del poder, de mantenerlo y resistir a costa de lo que sea, de elaborar un relato para la normalización, construido por hombres buenos, frente a otro de incredulidad que solo está destinado a sembrar la discordia. Hoy Sumar presenta su imagen de unidad ante el naufragio, exigiendo determinadas actuaciones en un presupuesto que tiene toda la pinta de que no se va a aprobar. Es progresista al máximo, mientras su socio de Gobierno llama a la oposición a la responsabilidad. Así es imposible. Y todo porque no se cuenta con el concurso de aquellos que tenían que normalizarse después de la amnistía. Esto demuestra que el objetivo declarado en el preámbulo de la ley se ha quedado en nada. Por eso, en los últimos estertores de algo que no funciona, se vende como victoria pírrica que el Constitucional desestime por defecto de forma los recursos presentados por las autonomías, porque estas no son actores directos. Es decir, porque la unilateralidad entre Moncloa y Cataluña las excluye de un diálogo que afecta a todo el diseño territorial. Esto es lo que entiende un ciudadano de a pie, con el debido respeto a la actuación de sus señorías.

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