Escribe Enric Juliana que en España ha aumentado la masa forestal desde el año 1975. Quiere decir que, a pesar de los incendios y del cambio climático, hay más árboles y, por lo tanto, su función sobre el medio ambiente ha mejorado notablemente. Esto no es debido a una acción de reforestación ni de concienciación ecologista, sino al abandono de las zonas rurales y la disminución de las zonas de cultivo. Haciendo una extrapolación, se puede concluir que el desarrollo y el progreso, en contra de lo que se dice habitualmente, favorece la conservación del medioambiente en lo que a árboles se refiere. Ya sé que me van a decir que esto no es así, que yo de esto no entiendo, pero no es mi opinión, sino la de Juliana, que reproduce las mediciones de un importante geógrafo.
Leer estas cosas me sirve para demostrar que, en ocasiones, nos empecinamos en defender ideas cerradas sobre la vida y sobre nuestra influencia organizativa en ella que no responden a una realidad. Incluso, somos capaces de matarnos por defenderlas y, al final, resultaban ser una falacia.
El mundo avanza con un equilibrio poco entendible. El progreso está asimilado al crecimiento de las zonas urbanas y, por tanto, al abandono de los espacios rurales, eso que llamamos la España vaciada. Una cosa lleva a la otra. Sin embargo, hay un sueño romántico por volver a lo de antes, por favorecer una vida obsoleta que ya no tiene sentido en el desarrollo alcanzado. Confundimos a lo autóctono con lo pobre y a lo genuino con lo que ya no tiene posibilidad de existir. Vivimos contemplando un horizonte de regreso y esto nos hace perder el tren del progreso. A muchos espíritus contemplativos no les importa, pero la realidad nos alarma si pensamos de qué manera vamos a mantener el estado del bienestar, si esto va a ser posible en una situación de paz virgiliana, con pastoras por los campos y jóvenes aplaudiendo a las puestas de sol, como hacían Rusignol y sus amigos desde Cau Ferrat. Gracias a que no hacemos caso a esas formas de vida tenemos más árboles, cuando creíamos que era al contrario.
Hoy, Mario Draghi advierte de que, si Europa no consigue su independencia energética y digital, se quedará aislada, siendo un juguete en medio de los dos gigantes: China y EEUU. Yo creo que Europa peligra en lo político porque está invadida por una absurda nostalgia que la hace cada día ser más un museo invadido por visitantes y gentes modernas empeñadas en conquistar la originalidad, como la cigarra de Lafontaine. El crecimiento de reacciones ultras es, en parte, debido a ese estado de nonchalance. He visto una foto del político italiano con Úrsula von der Layen. Draghi tiene fama de ser un hombre inteligente y capaz. Quizá le hagan caso. De momento, debemos quitarnos de encima la culpa de ser los que destruimos el planeta. Parece ser que en España aumenta el número de árboles cada año y eso es un buen síntoma. Seguro que en Brasil no ocurre igual, aunque hasta allí se desplacen los activistas europeos. Estuve en el hermanamiento con Sao Paulo, por lo del padre Anchieta. En el aeropuerto de Río, un compañero de viaje sacó una pegatina y la puso en el pecho de una chica diciendo: “Padre Anchieta, La Laguna”. Ella respondió sacando otra de una bolsa y se la pegó en la camisa diciendo: “Ecologista, Estocolmo”.