En España se ha escrito mucho sobre El Quijote. Demasiado, diría yo. También el mundo está lleno de cervantistas que han analizado la novela como si en ella se escondieran los entresijos de nuestra historia, y otros que la han denostado tomando partido en un debate absurdo en competencia con distintos autores. Ya se dice que fue Lope el primer crítico que tuvo Cervantes, y que esto fue debido a algunas pullas solapadas que introdujo en el libro para que solo fueran entendidas por el destinatario. Esto es muy frecuente entre escritores que se envían de esta manera sus discrepancias personales. De entre los libros que he leído sobre el caballero de la Mancha me sorprende uno que está fuera de las exaltaciones nacionales, y de la pretensión cansina de hallar la identidad más auténtica de lo español. Es el compendio de las lecciones dictadas por Vladimir Nabokov, tan claras por alejadas de una interpretación mesetaria. Nabokov aborda el tema del bachiller Sansón Carrasco, que se disfraza del Caballero de los Espejos y del Caballero de la Luna. Hace una cita del Quijote espurio publicado por Avellaneda. Nabokov sugiere que el falsificador sea el propio Cervantes, con lo difícil que resulta escribir con un estilo pobre para demostrar el fraude. Un Avellaneda auténtico no hubiera sido tan torpe. A Cervantes le sirve para plantear una batalla entre el Quijote bueno y el malo, como se hace en el cine con Supermán y su réplica perversa. Este asunto está bien planteado por el crítico, pero la conclusión de Nabokov es sorprendente, cuando asegura que lo más probable es que en el encuentro hubiera resultado vencedor el de Avellaneda, porque, según dice: “En la vida la mediocridad tiene más suerte que el genio. En la vida es el fraude el que descabalga a la valentía”. Cuando una afirmación comienza diciendo “en la vida” se está haciendo una generalización. El Quijote está lleno de generalidades, por eso es tan cercano y actual a pesar de que sean pocos los que lo entiendan. Yo creo que una de las cuestiones generales es el impacto histórico que tiene el hecho de la conquista de Granada y la posterior guerra de las Alpujarras, que ocurre unos 40 años antes de publicarse la novela, en 1614. Hay circunstancias históricas que no desaparecen tan fácilmente del panorama político, y el final de la Reconquista es una de ellas. Relaciono este hecho con el de atribuir la autoría del relato a un moro, para otorgarle la sospecha de poca verosimilitud. Cervantes en esto se muestra extremadamente inteligente. Ya en el Retablo de las Maravillas pone en entredicho la palabra de los musulmanes cuando dice que no verán los prodigios los que tengan su sangre de hebrea o mora manchada. También me sorprende la inclusión del Caballero del brazo arremangado, que no era otro que Martín Fernández Piñero, el que armó caballero a su yerno , Alonso Fajardo el Bravo, a las puertas de su castillo de Lorca. El Bravo había ganado a las huestes del reino de Granada la batalla de Los Alporchones, lo que le invistió de la gloria suficiente para pretender heredar el Adelantamiento de Murcia de su abuelo Alonso Yáñez Fajardo. Luego para defenderse de las intrigas contra su persona, que llevaron al cargo a su primo, aún joven, Pedro Fajardo Quesada por las maquinaciones de su madre, le escribió una carta al rey Enrique que hoy se estudia como modelo de lenguaje de la alta Edad Media. Lope le dedicó dos comedias, donde figura la escena en que se juega Lorca con el rey de Granada en una partida de ajedrez. Todo esto me hace pensar en que hay hechos que no desaparecen tan fácilmente de la memoria y están presentes en largos períodos de la historia. Hechos que condicionan a las divisiones, como ocurre hoy con el peso latente de la Guerra Civil y como se deduce de la conclusión de Nabokov donde asegura que el fraude y la mediocridad siempre acabarán venciendo.