tribuna

Recordando la batalla de Carabobo

No pasa nada. Ayer, el Congreso aprobó reconocer a Edmundo González como presidente electo de Venezuela por 177 votos a favor, 164 en contra y una abstención. El Gobierno mantiene que eso rompe las negociaciones y tacha de irresponsables a los que apoyaron y promovieron esa propuesta. Incluso el presidente, desde China, dijo que la oposición se había quedado desnuda ante su incongruencia. Si obtener 13 votos más es quedarse en minoría es que la aritmética parlamentaria se puede estirar más de lo imaginable. La pregunta es inmediata: ¿de qué negociaciones se habla? ¿Quién las encabeza y siguiendo qué encargo? ¿Está detrás la Unión Europea? La respuesta de los bolivarianos es, de parlamento a parlamento, instar al Gobierno venezolano a la ruptura de relaciones diplomáticas y la expulsión del país de todas las representaciones españolas. Por su parte, su presidente ha dicho en su programa de televisión: “Delcy, llámate a tu amigo el canciller de España y explícale, muéstrale el Acta de Independencia de 5 de julio y muéstrale el parte de Simón Bolívar de la batalla de Carabobo para que sepa que Venezuela es y será irremediablemente libre, soberana, independiente de Madrid, de España y del mundo entero”.

Así las cosas, El País recoge la noticia haciendo un relato de los hechos en el que se reconoce que Maduro daba por zanjada la crisis después del exilio de Edmundo González, en una información en la que se asegura que todo parece indicar que la oposición ganó las elecciones por un amplio margen. Es importante que se diga esto porque, hasta ahora, se había quedado pendiente de la entrega de unas actas que no aparecen por ninguna parte, consideradas como la prueba definitiva del resultado electoral. El texto de lo que hoy se publica deja sin argumentación a la encendida intervención del ministro Bolaños ayer en el Parlamento. Se reconoce que Maduro se creció con el exilio de su opositor, interpretando que había reconocido su derrota, como hubiera pensado cualquier persona que tiene la cabeza sobre los hombros. Mantener a Edmundo como un asilado político le haría adoptar una posición de debilidad inadmisible ante unos hechos tan contundentes como los que hoy se reconocen en ese periódico nada sospechoso de ir en contra de las tesis del Ejecutivo. Ante esta situación, era lógico que el país que acoge al supuesto exiliado sea capaz de acreditar su auténtica condición, a pesar de haber sido atropellado por unas decisiones fraudulentas, propias de una tiranía política y antidemocrática. Ahora, el Gobierno tiene la oportunidad de responder. Podrá desmarcarse de los acuerdos de la Cámara soberana, como ha anunciado que va a hacer el presidente en lo que queda de legislatura, o podrá aceptar que la mayoría de la representación popular de la nación se ha manifestado en un sentido, en este caso, el correcto, según se desprende de lo que se publica. Hoy se reúne Sánchez con Edmundo González. ¿Le dirá que ayer el Congreso español se equivocó? No quiero hacer juicios de valor, pero entiendo que las cosas están lo suficientemente claras para que nadie se lleva a engaño con lo que nos está pasando.

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