Cálzame las alpargatas, dame la boina, carga el fusil. Que voy a matar mas guiris que flores tienen mayo y abril. Esto dice una vieja canción del ejército carlista. Hay aquí una complicidad del soldado vasco con la mujer, a la que le pide que lo prepare para ir a la guerra. Parece que la contienda se inicia desde el caserío donde la batalla se asimila con la exuberancia de la primavera en una poética de flores y ramilletes. Hay una cultura detrás de todo esto, una escena de Zuloaga donde se ve a la ama con el umea en brazos cantándole el aurtxo polita mientras el aita se va a pegar tiros a las montañas. Antes, ella le ha colocado la boina roja en la cabeza, le ha atado las cintas de las alpargatas y le ha llenado de pólvora la escopeta, que no es para cazar conejos, precisamente. Hay quien ve una tradición en todo esto, la épica de los gudaris, los guerreros heroicos del norte. Forma parte de la idiosincrasia de un pueblo que se divierte cortando leña y levantando piedras, acostumbrado a decir desde niño, cuando le dan un bofetón, joder, aita, tienes menos fuerza que el pedo de un mosquito. Un chiste retrata el comienzo de la vida familiar cuando le preguntan a Patxi, que regresa de la luna de miel, por la Begoña y responde: cicatrizando. Un día fui a comer con mis amigos de Eroski a un asador en un caserío cerca de Lequeitio, y en la iglesia que estaba enfrente se escondía un etarra. Lo supe al día siguiente, cuando leí en el periódico que la ertzaintza lo había descubierto. Estas cosas me hacen entender a esa gente, quizá porque mi tatarabuelo, el general Dorregaray, fue el jefe supremo del ejército carlista, aunque también desempeñó cargos de relevancia en el isabelino, lo que representa, de alguna forma, la versatilidad del nacionalismo. La pregunta es si esta actitud romántica, donde la muerte se cuenta con flores, sigue siendo válida en tiempos de paz, como si se tratara de una manifestación folclórica. No había caído en esto hasta que me di cuenta de que ETA había matado a más gente en los tiempos de la democracia que en los de una dictadura que la podría justificar. El hecho es que hace años que dejaron de hacerlo, aunque no hayan rebajado ese tono de soberbia exigente que les otorga el estar soportados por una mayoría que mezcla el deseo de independencia con el ideal de una república marxista leninista. O quizá no sea nada de esto y es solo la respuesta de una sociedad que ve con naturalidad que le calcen las alpargatas, le pongan la boina y le carguen el fusil para dedicarse al sano deporte de cazar guiris, que en roman paladino son todos aquellos que no son iguales a él. Hay una parte de España que no los entiende y otra que sí, y el aglutinante que los hace coincidir es la izquierda revolucionaria, que goza de una simpatía plurinacional. Esta es la clave de lo que no entendemos. La razón de por qué unos son malos y otros buenos, en función de que puedan compartir un tronco común. A Euskadi hay que entenderla como se entiende al ongi etorri, con un dantzari haciendo tijeras en el aire al toque del txistu y el tamboril. Nosotros tenemos el tajaraste, pero la pólvora la gastamos solo en voladores dedicados a la virgen. Quizá por eso no lo entendemos y pensamos que no deben se salir de la cárcel. Con todos estos argumentos no perdamos de vista que el verdadero motivo es mantener a un presidente en el poder, con el único fin de que no gobierne la derecha. Esta es la razón principal. El folclore es un asunto aparte.
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