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En el barrono hay colores

Incluso en un país como España, cuna de la picaresca y escuela de pícaros, y con una incesante corrupción que asola a la clase política, los niveles de ignorancia e incompetencia de Carlos Mazón y su gente son insólitos y sorprendentes. Mienten continuamente y cambian sus versiones una tras otra sin importarles que las grabaciones los desmientan y pongan en evidencia sus mentiras. Y una consejera de su Gobierno reconoce que desconocía los instrumentos a su disposición para transmitir una alarma a la población. Es como si les diera igual la tragedia que se estaba desarrollando a su alrededor, y esa impresión es posible que nos proporcione la clave que nos ayude a entender su actitud y su comportamiento. Ideológicamente, están cercanos a Vox, no creen en el cambio climático y, en el fondo, les molesta que se vean obligados a aceptarlo por la vía de los hechos, porque la DANA no deja lugar a dudas sobre lo que ha pasado. Y tampoco deja lugar a dudas sobre la atroz realidad de que el comportamiento de Mazón y su gente ha contribuido a aumentar el número de los fallecidos. La imagen de algunos luchando con un torrente de agua que amenaza cubrirlos por completo mientras, ahora sí, suena la alarma, esa que desconocía la consejera, destruye cualquier mentira. El problema para Núñez Feijóo y los populares es que destruye también la credibilidad de su partido, y es seguro que hace a muchos de sus electores arrepentirse de lo que votaron en las últimas elecciones.

Decíamos el jueves pasado que quedan muchas responsabilidades políticas por depurar y muchas explicaciones que dar, pero que habrá tiempo para eso. Añadíamos que nuestros políticos y nuestros partidos deberían seguir el ejemplo de cientos y cientos de voluntarios que, sin pedir nada a cambio y, por supuesto, sin preguntar a qué partido vota cada uno, se han volcado en ayudar. Pero hacíamos bien en no ser muy optimistas al respecto.

Para entender la situación de Mazón, hemos de tener en cuenta que en su primer Gobierno entregó la gestión de las emergencias a Vox, partido negacionista del cambio climático y sin experiencia de gobierno. La principal decisión de la consejera de extrema derecha al frente de Justicia e Interior fue desmantelar la Unidad Valenciana de Emergencias (UVE), creada por el anterior Gobierno de PSPV-PSOE y Compromís para coordinar catástrofes. A los 4 meses, el propio Mazón se empleó a fondo en vender este éxito político porque se acababa con “un chiringuito”. Tras la ruptura con Vox, las competencias en Emergencias las asumió la consellera de Justicia e Interior, Salomé Pradas.

La realidad ha colocado al presidente valenciano en una posición insostenible, y su única opción es culpar a Madrid y mentir repetidamente sobre sus actividades y el horario de su agenda. Su partido no tiene más remedio que defenderlo retóricamente, pero sus relaciones con Núñez Feijóo en el seno del partido nunca han sido buenas y ahora han empeorado.

En el barro solo hay barro, no hay colores de partido, pero los políticos españoles se encargan de inventarlos. Están persuadidos de que, al final, lo importante son los votos y el pueblo tiene frágil memoria. Pero la realidad, como a Mazón, siempre se encarga de demostrarles su error.

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