Los últimos compases de este año están siendo una traca insólita. Un astronauta desinformado que bajara estos días de la Estación Espacial Internacional y se pusiera al corriente de los giros que ha dado el mundo preferiría volver en un cohete de vuelta a su refugio cósmico, donde se sentiría más seguro.
Un sórdido 5 de noviembre ganó las elecciones americanas Donald Trump, y ese hecho por sí solo equivale al presagio de una hecatombe. Nos podíamos hacer mil y una conjeturas sobre el maleficio de semejante vuelta a los infiernos de la democracia más antigua del mundo, al asalto al Capitolio y a la catadura de un candidato convicto que regresa al Despacho Oval a dictar grotescos decretos con su rúbrica aparatosa delante de las cámaras, para autoindutarse y hacer lo propio con el millar de secuaces que secundaron su plan de abortar por la fuerza la proclamación de Joe Biden como vencedor en las elecciones de 2020. El mismo plan que tenía Bolsonaro contra Lula y que estos días aflora tras ser acusado formalmente por la Policía Federal de Brasil de querer perpetrar un golpe de Estado.
No eran estos los últimos estruendos del annus horribilis que precede al final de este cuarto de siglo. Seguimos viviendo, estoicamente, dejando correr el agua que no hemos de beber, fuera de nuestro control. En pleno trance por las tambaleantes libertades, asistimos al esperpento (a Valle-Inclán lo estamos resucitando) de los bulos de bulto de la DANA.
Los esfuerzos de Feijóo&Mazón por quitarse el marrón (el fango) de encima en Valencia han sido antológicos. Viéndolos ingeniar acusaciones inverosímiles contra la Aemet y el Gobierno, España ha sido el hazmerreír de Europa. En un exceso de euforia, Feijóo pretendió poner patas arriba a la nueva Comisión Europea (CE) presidida por Ursula von der Leyen con la irrisoria teoría de echar la culpa “por entero” de la catástrofe a Teresa Ribera, hasta que se le cayó el castillo de naipes, lo traicionaron sus afines en Estrasburgo y el episodio cutre y castizo del español sacando pecho pasará a los anales de la política retro.
Los tres socios europeos de referencia (PPE, socialistas y liberales) cierran filas, pese al fallido caballo de Troya de Feijóo, que apostó su reinó con descabalgar a Ribera como comisaria y vicepresidenta de la CE, y, de rebote, daba alas a un pacto de derecha y ultraderecha en Bruselas en lugar del actual consorcio de conservadores y progresistas. El precio ha sido para la izquierda el mal menor de aceptar a bordo a un comisario de Meloni y otro de Orbán, haciendo fracasar la recreación europea de un acuerdo que en España se frustró el 23J entre PP y Vox, aquella pareja que daba por hecho que entraría bailando por La Moncloa.
El fin del año de los horrores está siendo apoteósico. El Tribunal Penal Internacional emitió órdenes de detención contra Netanyahu y su exministro de Defensa, Yoav Gallant, así como el jefe militar de Hamás Abú Deif (del que se duda que esté vivo). La noticia, tras 40.000 muertos en Gaza, es desconcertante para la derecha europea y española (que callaba mientras morían niños y mujeres bajo las bombas), pues estaban encubriendo posibles crímenes de guerra y contra la humanidad. El papa Francisco, que no se mordió la lengua, ya pedía en su último libro, La esperanza no defrauda nunca, que se investigara el “genocidio”.
En el año de la DANA, había también un Aldama -como dice Peridis en El País-, que ha disparado contra el Gobierno con tal de salir en libertad provisional. Antes de que Aldama fuera denunciado por injurias y calumnias, Feijóo ya pedía a los socios de investidura de Sánchez apoyo para una censura, olvidando que las prisas obsesivas en política suelen ser retardatarias.
No nos vamos a aburrir. A Trump se le van cayendo los ministrables -por delitos sexuales, marca de la casa-. Y Europa está en vilo tras el lanzamiento del misil supersónico “secreto” de Putin contra Ucrania, un artefacto diseñado para una guerra nuclear que nos borraría a todos del mapa.
Los misiles americanos y británicos de largo alcance que Zelenski estrenó contra Rusia (dopada con soldados de Corea del Norte) llevaron al Kremlin, el mismo día, a improvisar una nueva doctrina nuclear. Ahora, el pájaro del diablo desembalado por Putin y echado a volar ha encendido todas las alarmas, y hoy se reúne la OTAN. ¿Qué será lo siguiente?
Me pregunta un transeúnte en la calle ayer mismo: “¿Va a haber guerra?”. Y el solo hecho de que alguien lo piense y lo suelte al pasar por Santa Cruz me dio un escalofrío que no había sentido nunca.