tribuna

Bulos aparte

No creo que acierte el Gobierno en decir que todo es mentira porque, en el caso de que los tribunales fallen al contrario, su credibilidad va a quedar en entredicho. Esto que digo es muy relativo dado que lo que se está preparando, si la situación no llega a ser favorable, es que serán los jueces los que se equivocan.

Ese es el argumento de la “menuda inventada” y de los dosier que han surgido de los ministerios sin que ninguna autoridad judicial los haya demandado. Es peligrosa esta lucha que se plantea en las afueras de los juzgados, donde lo único que se pone en duda es la independencia del Estado de Derecho. No se entiende la ejemplaridad con que se aseguró actuar desde el principio, suspendiendo de militancia a los supuestos infractores, para después terminar confluyendo en una estrategia de defensa común que consiste en negarlo todo. ¿Por qué ahora sí y antes no?

Ayer decía El País que el presidente ha afirmado que cree en la honradez de la mayoría de los jueces. El problema es que, en la columna de al lado, Baltasar Garzón dice lo contrario. Con qué nos quedamos. No creo que el exjuez estrella hable por boca de Dolores Delgado, que fue ministra de Justicia y Fiscal General del Estado. Sinceramente no lo creo, a pesar de que pertenezcan a la misma familia.

El martes escuché que si Aldama se llevó una morterada de comisiones y el Gobierno asegura no haberle dado un trato de favor a las empresas que se las pagaron, y además se autoinculpa de ello, sólo caben dos posibilidades: que alguien miente o que los empresarios son unos panolis. No sé cómo me atrevo a hablar de estas cosas existiendo la amenaza de los bulos, ahora perseguibles, según el ministro Bolaños, aunque siempre lo han estado por ley.

Bulos aparte, sólo se trata de defender el sentido común, porque es éste el que está en entredicho continuamente. La opinión siempre será tendenciosa si no viene investida de una lógica que la avale, como un teorema matemático que sólo se puede demostrar una vez y no cabe su refutación por abordar otro punto de vista para concluir su veracidad. Pero todo puede ocurrir en una situación en donde la verdad se encuentra en almoneda, donde, como decía Campoamor, el color de los cristales hace ver a las cosas de forma diferente.
Cuando estos aspectos se rompen, se están rompiendo las normas que sirven para garantizar nuestra convivencia y nuestro orden. Tengo la impresión de que nos estamos distrayendo con un asunto donde se enfrenta tu verdad contra la mía. Lo importante es lo que ocurra a partir del 10 de enero, cuando Edmundo vaya a Venezuela a reclamar lo que es del pueblo venezolano. En ese momento veremos en qué campo jugamos: en el de la democracia o en el de los autócratas prepotentes que se inventan la verdad y las leyes a su medida.

En ese momento, el caso Koldo se quedará en nada, y este culebrón por el que estamos pasando, yendo del blanco al negro, de la condena al amparo, será una anécdota comparado con algo mucho más grave: el respeto a los principios que nos han traído hasta aquí después de la Transición. Bulos aparte, esto es lo que pienso.

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