Dicen que alguien le regaló un bolso de marca a la mujer del presidente de Corea y esto desencadenó una crisis. Yo no me lo creo. He visto fotos del bolso y no es gran cosa. La presidenta es una barbie. Corea era un barrio de Madrid, en la llamada Costa Fleming, donde residían los americanos de Torrejón. Yo viví allí en la época en que hervían respuestas periodísticas al tardofranquismo que el tardofranquismo se tomaba con la paciencia del que aguarda el relevo. Aún no había caído Diario Madrid y me veía todas las tardes con Juby Bustamante, con Cuco Cerecedo, con Paco Umbral, con Manolito Vidal, que terminó escribiendo de toros, con el traje corto desde Sanlúcar de Barrameda, con Carlos Oroza, con Cervino, Nicolás Dueñas, a cuya hija saludé hace poco, a José Luis Coll, a Albertito Alonso y demás personas de la prensa y la farándula. Para nosotros, Corea era la sucursal que Eisenhower nos había metido al final de una Castellana todavía llena de solares vacíos. Han pasado muchos años, casi sesenta, y ahora volvemos a hablar de Corea, todo, al parecer, por un bolso. Luego, aquellos jóvenes hicimos una transición pacífica y el mundo de Corea dejó de ser un desiderátum y se convirtió en una vulgaridad engullida por torres de negocio. Ahora, después de 45 años, las cosas han cambiado. Ya quedamos pocos de aquella época. Cuco murió en Colombia acompañando a Felipe González, en 1977. Juby se fue hace unos años. Su viudo, Miguel Ángel Aguilar, es el presidente de la Asociación de Periodistas Europeos, la que da el premio Cerecedo y ha premiado a Vallés y a Alsina recientemente. Y su hijo Miguelito es el jefe del mío en una importante editorial de Barcelona. Las cosas han cambiado mucho. Hoy me acuerdo de Corea porque un bolso de 4.000 dólares ha comprometido la continuidad de un Gobierno. Esta tarde me he enterado de que la mujer de nuestro presidente no tiene ni para comprarse un bolso. Ha abierto 11 cuentas bancarias desde que su marido está en la Moncloa y sólo tiene 40 euros en una y 15 céntimos en otra. En Corea, había un bar que se llamaba Sunset Street. Tenía el título de La caída de los dioses, pero los dioses no caen, ni en el cine ni en la vida real. Al menos en nuestra Corea nacional siguen igu al que siempre, tan saludables como el primer día.
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