Puigdemont cerca al Gobierno diciendo que le retirará el apoyo si no presenta una cuestión de confianza. Yolanda asegura que se incumplen los acuerdos a tenor de la negativa del ministro Cuerpo a rebajar la jornada laboral. Podemos amenaza cada día con dejar plantado a Sánchez en las votaciones en el Congreso. Podemos, según un sondeo reciente, aventaja en escaños a Sumar. Ahí, en el seno de la izquierda profunda, es donde está planteada la lucha, como siempre ha ocurrido con el llamado frente amplio. En España, sufrimos una división en la derecha que imposibilita la alternancia y, por otra parte, en la izquierda son incapaces de ofrecer un bloque sólido que no amenace con resquebrajarse a la primera de cambio. Habría que irse a los años de la Guerra Civil para comprobar que esto siempre ha sido así. Con el nacionalismo catalán pasa lo mismo. Se están mirando con el rabillo del ojo, haciendo bueno ese chiste que dice que hacer el amor con un bizco en una playa tiene de bueno que de paso te vigila la ropa. Ante esta situación, la ministra portavoz sale al paso para decir que el Gobierno cumple. La primera reacción para indicar que esto es así es la solicitud de la Fiscalía y la Abogacía del Estado de la recusación del juez Macías como integrante del grupo del Tribunal Constitucional encargado de juzgar la amnistía. Es un gesto importante para demostrarle a Puigdemont que están por la labor. Por otra parte, Oriol Junqueras dice que dejará a Illa sin presupuestos, con lo que será Cataluña y los catalanes los que sufrirán este contratiempo, igual que los españoles si, como se asegura, los nacionales serán prorrogados nuevamente.
Son demasiadas gallinas para echarle millo a todas a la vez. No se puede decir que Sánchez no sea habilidoso. La pregunta es para qué, ¿cuál es el objetivo de tanto sacrificio? Tenemos a la economía como un cohete, pero yo compraba una tableta de chocolate por 98 céntimos y ahora no me baja de 2 euros. Mi economía es tan sencilla que sólo mira por la cesta de la compra. No entiende las macro cifras, como la mayoría de los españoles. Antes compraba en el supermercado con 50 euros y ahora no me alcanza con 60, y esto no es demagogia. Es verdad. No creo que lo vaya a resolver un cambio de Gobierno. Milagros no hay. Pero los ciudadanos deberíamos tener un horizonte claro para seguir manteniendo la esperanza en algo que nos saque de este escenario de tensiones, luchas y estrategias que parece no acabar nunca. Me dicen que pertenezco a una generación que piensa de manera distinta, como Felipe González, que vive en los mundos de Yupi, pero actualizar mi forma de opinar y analizar los problemas no hace que ésta mejore. Al contrario, la empeora a medida que se complica el panorama del desentendimiento. La verdad es que tengo que confesar que nunca me sentí tan desarraigado. No digo pesimista, sino desarraigado, entiéndaseme bien.