La Estrella de Belén es un misterio que tiene la particularidad de conectar hasta cierto punto ciencia, historia y religión. A lo largo de los siglos, infinidad de astrónomos, historiadores y creyentes han intentado encontrar una explicación inequívoca al evento astronómico que inició el periplo de los Reyes Magos.
El capítulo II del Evangelio de San Mateo es el único texto bíblico que hace referencia a los Reyes Magos. Aunque en ningún pasaje del mismo se menciona que fueran tres ni tampoco que fueran reyes, sí que se hace referencia al supuesto astro que los condujo hasta el lugar del nacimiento de Jesús, el fenómeno celestial conocido como Estrella de Belén: “Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, unos magos procedentes del Oriente llegaron a Jerusalén, diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarle»”.
Cabría preguntarse si Mateo se refiere a alguna de las estrellas utilizadas desde antiguo para orientarse (verbo que proviene de la palabra oriente, por cierto) o si el texto nos habla de un fenómeno singular, como propone el relato que ha llegado hasta nuestros días. Tampoco se puede descartar que la referencia no sea más que un recurso simbólico del texto bíblico. De cualquier manera, la estrella de Belén sigue atrayendo a estudiosos de todo tipo que pretenden desentrañar su origen.
Aunque desde un punto de vista histórico la fecha del nacimiento de Jesús nunca se ha sabido con exactitud, la ciencia y los registros históricos permiten retroceder para intentar descubrir cuáles fueron los eventos astronómicos que se produjeron en la época en la que se enmarcan los acontecimientos. Así, tres son las hipótesis más destacadas que han tratado de justificar el fenómeno de la Estrella de Belén: una conjunción planetaria, una supernova y un cometa.
LA CONJUNCIÓN
Cuando desde nuestra perspectiva en la Tierra dos planetas se acercan mucho en el cielo hablamos de una conjunción planetaria. Podría llegar a darse el caso de que la proximidad aparente fuera tal que un observador en la Tierra solo consiguiera distinguir un único punto muy brillante.
El célebre astrónomo alemán Johannes Kepler, descubridor de las leyes que rigen el movimiento de los planetas, contempló la conjunción de Saturno y Júpiter de 1603. Inspirado por la observación, Kepler realizó los cálculos necesarios y determinó que en el año 6 a. C. tuvieron lugar tres conjunciones similares que consideró que podrían ser el origen del misterio de la Estrella de Belén.
Sin embargo, cálculos más recientes concluyen que en aquellas conjunciones la distancia angular entre Saturno y Júpiter fue de un grado, el diámetro de dos lunas llenas, lo que hace imposible observar a Saturno y Júpiter como un único punto.
LA SUPERNOVA
Cuando una estrella muy masiva llega al final de su vida puede colapsar en una explosión extremadamente energética y violenta que expulsa al espacio todo el material que la forma. La luminosidad producida por este evento, al que llamamos supernova, puede superar miles de veces el brillo de la estrella original y causar, aparentemente, la presencia en el cielo de una nueva estrella muy brillante que puede ser visible durante mucho tiempo antes de desaparecer.
Los astrónomos chinos describen en sus registros del año 5 a. C. la aparición en el cielo de una nueva estrella que fue visible durante 70 días, pero por ahora no se han encontrado los restos de una explosión de supernova que pudieran coincidir con la época en cuestión.
EL COMETA
Otra hipótesis sugiere que la Estrella de Belén fue en realidad un cometa visible en los cielos de la época. Un cometa es un cuerpo celeste formado principalmente por hielo y rocas que al calentarse por su acercamiento al Sol durante su órbita desarrolla una cola de gas y polvo visible desde la Tierra. El cometa Halley pasó cerca de la Tierra en el año 12 a. C., demasiado pronto para coincidir con el relato bíblico, aunque registros de astrónomos chinos y coreanos hablan de otro cometa que fue visible durante meses, también en el año 5 a. C.
No obstante, la hipótesis del cometa pierde peso ante el conocido hecho de que eran vistos como elementos de mal augurio en las culturas de la época, lo que hace poco probable que un cometa fuera interpretado como el anuncio del nacimiento del Hijo de Dios.
Curiosamente, acostumbramos a ver la representación de la Estrella de Belén con una cola que le otorga la apariencia de un cometa, pero nada se dice de algo así en los textos bíblicos. Esta representación apareció por primera vez en el cuadro La adoración de los Reyes Magos, pintado en 1304 por el florentino Giotto bajo la inspiración del cometa Halley, que por aquel entonces surcaba los cielos en una de las visitas que hace a la Tierra cada 76 años.
En cualquier caso, ya fuera la Estrella de Belén una conjunción planetaria, una supernova, un cometa o un simple recurso literario, lo que sí sabemos es que esta noche la ilusión es la luz que ilumina las caras de los más pequeños y, quizás, tampoco haga falta más explicación.