Hoy escribe Oughourlian en El País, el periódico del que es presidente, un artículo en el que declara la vocación de independencia de ese medio. Algo que los lectores sabemos que no existe. Parece una llamada desesperada de alguien que está sufriendo un acoso, pero no al derecho de proclamar sus ideas en libertad, sino a algo más grave: lo que afecta realmente a los intereses de un empresario. La clave está en el siguiente párrafo: “Sería inaceptable que, cuando estamos recordando que hace ya 50 años murió el dictador Francisco Franco, alguien cayera en la tentación de tratar de adueñarse de un medio de comunicación independiente desde el poder, bien directamente, bien utilizando alguna empresa estatal como instrumento”. Es muy atrevida esta declaración, que compara a un gobernante con el dictador con el que celebra su aniversario de manera oportunista. Muy grave tiene que ser la amenaza recibida por Oughourlian para decidirse a escribir este texto. Nadie ha dudado sobre la manipulación que se ha llevado a cabo durante los últimos años sobre la línea editorial de El País, incluyendo la exclusión de firmas que han sido objeto de la cancelación mas escandalosa, pero, aparte de la sumisión, era imposible sospechar que la operación de control llegara a estos extremos. La libertad de prensa es una de las principales garantías del sistema democrático. Intentar controlar a los medios desde el Estado constituye un atentado a la libertad propio de los totalitarismos. El País está a punto de convertirse en el órgano ejemplar del sometimiento ideológico, y esto me resulta realmente escandaloso. Alguien me dirá que no estoy bien informado, que sigo las campañas de desprestigio maquinadas desde la oposición, pero el texto de Oughourlian me recuerda al de Juan Luis Quevedo, el dueño expropiado de la revista cubana Bohemia, antes de suicidarse. Se habla mucho de regeneración democrática y de Europa, pero los intentos de autarquía nos cercan por todas partes. La acusación de bulos y fakes news no es suficiente para llevar a cabo estos asaltos a la libertad de expresión. Ni siquiera para librarnos de la fachosfera, que es el argumento que sostiene el actual equipo que nos gobierna para justificar sus actuaciones declaradamente antidemocráticas. Ayer escribía Soledad Gallego mostrando su desacuerdo con la decisión de no llevar el rearme al Congreso. Hoy es el presidente de PRISA quien lanza un SOS, temeroso de una operación empresarial, bien dentro del Consejo de Administración, bien utilizando los medios de intervención en organizaciones como el reciente caso de Telefónica. Qué no estarán haciendo con Caixa. Creo que Oughourlian ya está muerto y lo que nos llega es un lamento de impotencia desde la ultratumba. Lamentablemente, nuestra democracia está siendo destruida poco a poco, con el beneplácito de personas que tienden a acomodarse a esta realidad. Ante estos hechos, no sirve de nada llamar a la manifestación, a la italiana, para defender la democracia en Europa.