Hace unos cinco años leí M, el hijo del siglo, de Antonio Scurati, (Alfaguara, 2020). Me resultó un libro muy interesante para descubrir las luchas descarnadas entre el socialismo italiano y el fascismo de Mussolini, incluyendo las andanzas del héroe de Fiume, Gabrielle D’Annunzio, un escritor fino cuya forma me interesó, cuando disfruté con Il Piaccere, por las mismas razones estéticas que llevaron a Visconti a elegir como su obra póstuma a El inocente, que tantos disgustos le ocasionó con su partido, el PCI. Scurati es un buen escritor y hoy me sorprendo con un extraordinario artículo en El País, hablando sobre la pérdida de entusiasmo guerrero en la Europa actual, asfixiado por el crecimiento de un pacifismo militante y trasnochado. Parece entenderse que del escenario europeo han desaparecido las guerras por un desinterés que prioriza al bienestar frente al riesgo del enfrentamiento. De aquí la existencia de un escaso entusiasmo a lo que denominamos rearme, implantado por la preferencia al adoquinazo, una actitud propiciada por los herederos de Daniel Cohn Bendit en el Boulevar Saint Michel. Scurati no es un analista, aunque bien pudiera serlo. Es un escritor elegante que se nutre de su amplia documentación para expresarla con la agilidad literaria que les falta a algunos profesionales del periodismo. Esa chispa de genialidad tan necesaria para aumentar la credibilidad del mensaje, huyendo de su exposición doctoral. Hoy la noticia va de rearme y del alcance semántico que tiene una palabra rechazada por la parte del Congreso que sustenta al Gobierno. No importa, buscaremos otra que signifique algo parecido pero que no contenga ninguna referencia directa a las balas, a los tanques y a las ametralladoras. Así todos quedarán contentos con sus parroquias, y seguiremos manteniendo una farsa de la que nadie se quiere ausentar, según escribe hoy Estefanía Molina. Ayer dijo Sánchez, a la salida de una reunión en Bruselas, que el término no le gustaba nada, a la vez que anunciaba su próximo viaje a China, y dejando caer que existe otro mundo, sin Trump, sin Putin, y hasta sin Europa, donde poder establecer nuevos vínculos, como si tratara de corroborar la inclusión en los BRICS que hicieran desde la Casa Blanca no tan erróneamente. También en La Vanguardia se manifiesta Enric Juliana poniendo a la pipa de Magritte, con el subtítulo de “ceci n’est pas un réarmement”. Dice que Aznar viaja a Bruselas para explorar la posibilidad de una gran coalición, PP-PSOE, igual que en Alemania, pero aquí las cosas avanzan con otro rumbo. El pacto está cómodo en la incomodidad de no dejar hacer. Mientras cada uno obtenga su beneficio la cosa funciona. Lo que no se explica bien es hacia donde marcha el Sanchismo. Quizá todo sea una pesadilla que ha venido a hacer realidad lo que sospechaba que iba a ocurrir aquel Comité Federal de 2016. Yo no sé qué pensar, pero me reconforta reencontrarme con Scurati en las páginas de El País.
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