tribuna

Cuerpo a tierra

La reunión del ministro Carlos Cuerpo con el Secretario de estado Scott Bessent no ha resultado tan amable y positiva como se anunciaba. El País hace una comparación con las notas informativas después de las reuniones con otros países europeos, como Alemania y Francia, y no salimos bien parados. El discurso en defensa de la soberanía planteado por Sánchez y Albárez se ha quedado en nada. Así lo han entendido en EE.UU., donde nos reclaman un mayor gasto en defensa y la eliminación de la tasa Google. No tiene nada de extraño después del viaje a China cuya excusa es la programación previa. Se argumenta que otros presidentes también lo hicieron, pero entonces no se había desatado una guerra comercial. Se puede tener previsto celebrar una boda, pero, cuando la catedral está ardiendo, lo aconsejable es suspenderla. El viaje a China ha sido una decisión unilateral por más que se diga lo contrario, como lo fue el asunto de Palestina, donde nos desvinculamos de las políticas europeas para alinearnos con posiciones ideológicas diferentes. No quiero decir que el Gobierno no tenga derecho a hacerlo, máxime cuando el pacto obliga a ello, pero corremos el riesgo de perder el tren de una moderación europea que marcha en otra dirección. Sánchez tiene razón y su actitud es coherente con la situación por la que pasa el país. El riesgo está en que seamos empujados a alinearnos con aquellos que no convienen a la unión atlántica. Esto hará que la brecha entre los socios sea cada vez mayor, al no compartir las ideas recomendadas para un pronunciamiento internacional.

Una vez más, los socios de la investidura se convierten en un lastre difícil de superar. Sánchez ha enviado al ministro pacífico a Washington y el resultado no ha sido el esperado. Aunque ha puesto buena cara, la respuesta ha sido fría y hosca, traducida en términos diplomáticos. Cuerpo no es faltón y no insulta. Es más, se podría decir que se comporta dentro de una corrección exquisita, pero éste no es el rostro con el que se presentan habitualmente los miembros del Consejo de Ministros. En las relaciones internacionales, hay que tener en cuenta todos los gestos y no recurrir a la apariencia pacífica cuando el resto del gallinero está revuelto. No sé si Sánchez debió viajar a China o no. Tampoco sé por qué lo hizo. Seguramente el coste interno si hubiera suspendido la visita habría sido mayor. En cualquier caso, ése es el precio que hay que pagar al tener una soberanía hipotecada por la dependencia de otros. Mientras tanto, se demanda un acuerdo de país llamando a un entendimiento para salvar un pacto que no funciona, como se comprueba cada vez que nos urge resolver situaciones extremas. El País presenta este resumen comparativo de la reunión en Washington demostrando que también esa pata empieza a cojear. En los tiempos en que los editoriales se escribían desde La Moncloa, antes del intento de asalto a Ourghoulian, estas cosas no se habrían dicho en portada.

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