tribuna

Guerras perdidas (claveles rotos)

“Yo ya guerras que no voy a ganar no me meto, si son pa' ganarlas sí, pero pa' ganarlas y para ganar dinero. Ja Ja. Guerras gratis, eso es pa´ tontos.”

¿Remover “todas las trabas que oprimen al proletario” -que dice La Internacional- fue siempre y sigue siendo una guerra perdida?

¿Lo es la lucha contra la corrupción? ¿Lo son las luchas por la emancipación de los pueblos coloniales? ¿Lo es la lucha interminable a favor de la democracia y para lograr que el Estado no sea sólo el Consejo de Administración de los poderosos, sino una fuerza capaz de proteger los intereses y derechos (de libertad, laborales, sociales, medioambientales…) de las mayorías y de las personas individuales, de las minorías y de todos aquellos   que no tengan otra protección que la que pueda brindarles el Estado?

¿Era una “guerra” perdida la de los partisanos contra la dominación nazi, la de los maquis contra el franquismo triunfante, las de los guerrilleros del Viet Minh contra las potencias imperialistas, lo fueron las luchas que llevaron a la muerte a “Marula Sánchez, La Diosa, de mi pueblo colombiano”, a “Juana Azurduy, la Flor del alto Perú”, a la taína Anakaona, mitad historias mitad símbolos legendarios de la dignidad de sus pueblos?

¿Habrá que librar guerras y batallas que, pueden parecer, perdidas de antemano; pero a las que pueblos o comunidades se ven empujados para intentar salvarse del exterminio?

¿Quién sabe de antemano que una guerra está perdida? ¿Hay luchas frente a enemigos o adversarios muy poderosos  que uno debe afrontar, para defender valores y derechos que son irrenunciables?

¿Merecía la pena luchar contra una dictadura despiadada, como la del General Franco, una vez que fue bochornosamente “legalizada” por las potencias aliadas, como una pieza útil en el contexto de la Guerra Fría? ¿O debían renunciar a ello los cientos, miles, de militantes antifascistas, comunistas, socialistas, republicanos que se enfrentaron al franquismo?

Para algún socialista, tal vez se trataba de guerras perdidas en las que no merecía la pena “meterse”.

Sin embargo, estoy convencido de que la inmensa mayoría de los socialistas, que en nuestros País son herederos de una estela humana centenaria, que se extiende mucho más allá de la propia estructura organizativa del PSOE, y que ha participado desde la calle y decisivamente  desde las Instituciones en todos los cambios en el sistema político y de convivencia, en las leyes que han hecho avanzar en el camino de la Civilización a una sociedad tan surcada históricamente por la intolerancia, el autoritarismo despiadado  y desigualdades  desgarradoras como la de esta España nuestra, “camisa blanca de mi esperanza”.

Porque esa inmensa mayoría comparte intelectual y afectivamente el sentido y la finalidad de esas luchas, los anhelos y esperanzas que las han sustentado. Aunque algunas parecieran destinadas de antemano a la derrota. Y efectivamente fueran derrotadas.La experiencia enseña que las  derrotas no siempre son definitivas. Y dice el dicho que “la única batalla que está perdida de antemano es la que no se libra”. Y porque no siempre los goliathes ganan a los davidses.

Esto no habrá que explicarlo a los demócratas ni a los socialistas ni a las personas de izquierdas de una generación, la mía, ni a los ya pocos supervivientes de la generación anterior. Pero tal vez sea necesario explicárselo a las nuevas generaciones de socialistas que perciben la democracia con la misma naturalidad que la del aire que respiran.

Y aún más habrá que explicarlo  a quienes se han ido acomodando a una “cultura del poder” que les pueda disuadir de emprender cualquier batalla que crean perdida de antemano. Incluso a dar la batalla desde la oposición en las Instituciones frente a gobiernos que además de disponer del poder político representan los intereses de los otros poderes fácticos: empresariales (luego mediáticos), financieros, religiosos…

Y a los que afirman, como si fueran un mantra, “el Psoe es un partido de Gobierno”. Claro que debe aspirar a dirigir, no sólo a “estar” en, el gobierno de las Instituciones. Decía el inolvidable Ramón Rubial que la revolución se hace con el B.O.E.

Pero el Psoe debe ser también, y lo ha sido durante gran parte de su secular historia, un partido de resistencia, de oposición en la dictadura y en la democracia. Para defender las libertades y revolverse contra cualquier ataque a los derechos de los trabajadores y a las conquistas sociales.

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