Por Marcial Morera.| El diccionario de la Real Academia Española no para de darnos sorpresas. Y no siempre para bien. A los despropósitos ya conocidos (definiciones impresionistas del significado de las voces, definición de palabras primitivas mediante palabras derivadas, arbitrariedad en la recogida y el tratamiento del material, caprichosa ordenación de acepciones, etimologías ficticias, omisión de palabras más o menos generales, saltos geográficos en la asignación de los materiales registrados, ortografías peregrinas…), comunes en buena medida a todos los diccionarios convencionales, y que tanta confusión generan entre las personas que lo consultan, añade ahora otro no menos disparatado, que pone de manifiesto el escaso respeto que profesa la docta Casa a los avances de la lingüística moderna: la confusión entre sinónimos, variantes gramaticales, variantes de expresión y variantes ortográficas, que todas estas cosas aparecen mezcladas en mayor o menor medida en ese totum revolutum que la tricentenaria institución denomina “sinónimos o afines” en la versión digital de la referida obra. Así, en la entrada jumera, por ejemplo, se recogen bajo tan espuria categoría las formas borrachera, embriaguez, trompa, mono, moña, melopea, merluza, tajada, curda, castaña, juma, humacera, cohete, bomba, peludo y cura; en jumacera, las formas humareda, humacera, humarascal, humazón y humero; en ceviche, la forma seviche, y en halón, las formas tirón, jalón, jalada y estirón, sin caer en la cuenta o desentendiéndose del hecho evidente de que se trata de voces que guardan relaciones distintas entre sí. Para empezar, las formas humera, borrachera, embriaguez, trompa, mono, moña, melopea, merluza, tajada, curda, castaña, cohete, bomba, peludo y cura, del primer ejemplo, y jalón y tirón, del cuarto, son voces que se relacionan referencialmente: es decir, voces de distinta etimología que por las razones históricas que sean (metáfora, metonimia, préstamos de lenguas extranjeras…), han terminado confluyendo en una misma referencia. Por eso precisamente dice la vieja semántica que se trata de sinónimos; de sinónimos referenciales, evidentemente, no de sinónimos lingüísticos, porque no los hay. En segundo lugar, las formas humacera (o jumacera), humareda, humarascal, humazón y humero, del tercero, y jalón y jalada, del cuarto, se relacionan por la raíz: es decir, se trata de variantes categoriales o morfológicos de una misma significación descriptiva o léxica básica. En tercer lugar, las formas jumera y humera, del primer ejemplo, humareda y jumareda, del segundo, y halón y jalón, del tercero, se relacionan por el significante: es decir, son meras variantes de expresión de un mismo significante: unas con aspiración de /f/ inicial latina y otras sin ella. Y, por último, las formas ceviche y seviche se relacionan también por el significante, pero en su dimensión gráfica: se trata de meras variantes ortográficas (por lo menos, para andaluces, canarios y americanos, que constituyen el segmento más importante de los hablantes del idioma) del significante de una misma palabra: la palabra /sebíche/. De todas formas, hay que decir aquí que llama mucho la atención el hecho de que la Academia haya incluido estas variantes ortográficas en el apartado de “sinóminos y voces afines”, toda vez que lo normal es que recoja este tipo de material como información adicional al principio del artículo de que se trata, con la indicación de tamb. (es decir, también), como se observa en las entradas heterocigótico, armonía, hierba, posoperatorio y pagel, por ejemplo, donde se nos advierte de que se trata de voces que también se ortografían como heterozigótico, harmonía, yerba, postoperatorio y pajel, respectivamente. El primero y el segundo grupo de formas que hemos considerado plantea, pues, un problema semántico: de semántica léxica aquel y de semántica gramatical este. El tercero plantea un problema de fonética histórica. Y el cuarto plantea un problema gráfico; es decir un problema de lengua escrita. Meter en un mismo saco sinónimos referenciales, variantes gramaticales, variantes de expresión y variantes ortográficas de una misma palabra es como confundir huevos con castañas o churras con merinas, como dirían los castizos castellanos. No faltará quien piense que poco importa que los lexicógrafos confundan huevos con castañas o churras con merinas si sus explicaciones del vocabulario ayudan a comprender su uso. Nosotros, por el contrario, creemos, con el gran Andrés Bello, que “el uso no puede exponerse con exactitud y fidelidad sino analizando, desenvolviendo los principios verdaderos que lo dirigen; que una lógica severa es indispensable requisito de toda enseñanza; y que, en el primer ensayo que el entendimiento hace de sí mismo es en el que más importa no acostumbrarle a pagarse de meras palabras”. Y menos deben pagarse de meras palabras los diccionarios, que son quienes, lamentablemente, gobiernan nuestras vidas, porque todo el mundo los considera la palabra de Dios. Hasta los jueces nos juzgan con ellos en la mano. Por eso precisamente hay que exigir a los diccionarios que no se paguen de meras palabras y se atengan a la realidad del lenguaje.
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