“Acercose a donde nadie le había llamado, con gesto serio, y habló el Profeta del Silencio Roto sin que nadie le preguntara: ‘El bocachancla no es quien alardea de saberlo todo, no, sino quien se atreve a pronunciar lo que otros esconden. No por soberbia, sino por higiene. No para herir, sino para liberar”. (Libro del Verbo Suelto 1:1).
Hermanos y hermanas del habla imprudente: permitidme alzar la voz, aunque nadie me lo haya pedido. Seguramente es más útil, más práctico, posiblemente denote incluso un instinto de supervivencia elevado y, qué carajo, más inteligencia, el sabio acto de callarse la boca. Jamás supe. Esa gran virtud defectuosa conlleva grandes consecuencias, bíblicas diría yo, así que es una gran idea darme la oportunidad de escribir en un periódico…
Soy un bocachancla. “Bienaventurados los que hablan, porque nunca se atragantarán con sus silencios” (Epístola de los Deslenguados)
Según las escrituras, un m. y f. coloq., es el ser que no mide, no calcula, que no anestesia la palabra y en ese exceso de sinceridad, queda expulsado de cualquier círculo en pro de la tranquilidad en la mesa de lo humano.
Aún hasta para un creyente como yo bien es cierto que la honestidad sin empatía es básicamente un acto de crueldad, pero (me encantan los peros, así, alargando mucho la “e”), echando un vistazo al entorno, mirando por el ojo de buey los petites comités donde se desguazan a las personas a las que luego se sonríe e incluso halaga, creo fervientemente en el noble ejercicio de la práctica del bocachanclismo. La honestidad sin empatía es crueldad, sí, pero la empatía sin honestidad es teatro. Y yo prefiero ser un mal actor en la vida que un excelente farsante en la sociedad.
“No desearás caer bien al prójimo”
La Sagrada Orden del Bocachanclismo, a la que espero que se unan, se funda sobre un principio kantiano mal entendido: vemos las cosas no como son, sino como somos nosotros. El problema surge cuando maquillamos nuestra personalidad buscando el premio del agrado. El mundo moderno nos “exige” ser todo al mismo tiempo: triunfadores, bellos, productivos, ecológicos, agendados…porque si no, huele a fracaso. ¿Pero acaso no sería más sabio hacer tan solo una o dos cosas bien en la vida, y que una de ellas fuera ser uno mismo? (qué será eso, y uno mismo es otro mismo según el momento, pero estamos trabajando en esto aún).
La integridad que proporciona esta incontinencia verbal nuestra no consiste en ser perfecto, sino en aceptar que somos una colección de errores, confusiones y opiniones atrapadas entre los dientes apretados de una sonrisa falsa de selfie. Por eso, nuestro pilar ideológico fundamental reza: “mejor apartado por quien eres que aplaudido por quien no eres”.
“Dichosos los que fisuran con sus palabras, porque por esas grietas entrará la luz”.
Seamos honestos (de eso va todo esto), no es cómodo ser incómodo, y no debe hacerse por vileza, por deporte o por superioridad. No. Se hace incluso sabiendo que se esté posiblemente equivocado, aunque no se pueda estar equivocado en lo que se siente. Son las conversaciones sinceras donde se arreglan o terminan las relaciones, es en la máquina de la verdad donde se es creíble, después de la llorada uno duerme como un bebé, después de quitarse el peso de encima, uno vuela. La verdad escuece, sí, pero solo pica lo que sana, un filtro natural que nos ahorra tiempo y tiritas para las puñaladas de la espalda. Con tiempo, práctica y siguiendo nuestros preceptos, nos liberaremos incluso de mucho resentimiento localizado, como esa grasa que no se va, y llegará el día en el que alcanzaremos el nirvana, aquel lugar donde por fin sabemos y sentimos qué es lo que realmente nos importa un carajo.
“Bienaventurados los desplazados, porque sabrán al menos por qué se sienten solos”.
Puede parecer un sindiós contemplar la idea de un planeta donde nada se falsee, puede usted pensar que se tambalearían los cimientos del buen rollo superficial, que caerían relaciones lucrativas, que se ahogaría el aplauso de gratificación inmediata. Y si, así sería, activaríamos por inercia esas palancas habituales como el mono que toca un botón y le cae un plátano. Y sentiríamos por fin ese vacío que escondemos bajo capas de productos, de colegas de mentira como plantas de plástico, que solo hacen bonito. Y ¿saben lo mejor?, que ese vacío restante, sería por fin, lo más auténtico que podrías sentir. A partir de ahí, ese agujero hay que llenarlo, y a dicha oquedad no le valen subterfugios. Esa cavidad exige sacrificio, como un dios insaciable, de otras verdades, no hay alfombra que lo tape, por bonita que sea, no hay filtro que valga, ahí, en ese abismo, en ese sosiego de mentiras, amarás la verdad sobre todas las cosas, honrarás el silencio porque será de afonía y no de palabras atragantadas. Y sobre todo, promulgarás la palabra, porque debe ser dicha, como un acto de higiene.
<<En la lengua está la herida, y en la herida, la cura>>
Palabra de bocachancla. Hablen, Amen. (así, sin tilde)





