Como cualquier buceador en una inmersión que comenzó como cualquier otra, la buceadora australiana Jules Casey experimentó un encuentro que dejaría una marca imborrable en su memoria. En las aguas cercanas a la península de Mornington, en un lugar que para ella era ya familiar, un pulpo conocido por su notable interacción con los buceadores la sorprendió de manera inesperada. Mientras descendía, el cefalópodo extendió uno de sus brazos, como si estuviera invitándola a seguirlo en un recorrido submarino.
Este pulpo, identificado como un miembro de la especie Octopoda, no era desconocido para Casey. Durante inmersiones anteriores, había tenido varios encuentros con él y había desarrollado un cierto aprecio por esta criatura en particular. Sin embargo, esta vez, el comportamiento del pulpo parecía distinto. La buceadora notó que el animal mostraba signos evidentes de desgaste. Con partes de sus brazos ausentes y manchas blancas que cubrían su cuerpo, era evidente que el pulpo estaba envejeciendo, quizás acercándose al final de su ciclo de vida. A pesar de su estado, el pulpo condujo a Casey a un lugar muy peculiar.
Tras varios minutos de nado, Casey y el pulpo llegaron a un punto inesperado en el fondo marino: una lápida submarina, situada entre dos postes de acero. La lápida estaba decorada con la imagen de un joven y su perro, un monumento que despertó la curiosidad de la buceadora.
Buceador relata una de las experiencias más inquietantes vividas con un pulpo maorí
Casey, intrigada por el hallazgo, decidió investigar el origen del monumento submarino. Al consultar con otros miembros de la comunidad de buceo, descubrió que este santuario submarino pertenecía a un hombre llamado Lorenz, quien había sido propietario de una tienda de buceo local antes de su fallecimiento. El sendero que conducía al sitio estaba marcado por unas boyas con forma de bucle, y los buceadores locales lo habían apodado “Lorenz’s Loop” en su memoria. Este recorrido no solo era un tributo a Lorenz, sino que también se había convertido en un lugar significativo en la comunidad de buceo.
Este encuentro subraya la profunda inteligencia que se atribuye a los pulpos, criaturas que han fascinado a científicos y amantes del mar por igual. La ciencia ha explorado durante mucho tiempo las capacidades cognitivas de los pulpos, que van mucho más allá de lo que se esperaría de un invertebrado. Definir la inteligencia en diferentes especies es un desafío en sí mismo, pero en el caso de los pulpos, una serie de comportamientos sugiere una mente compleja y sofisticada.
Los pulpos han demostrado ser animales increíblemente versátiles, capaces de realizar una variedad de tareas cognitivas que incluyen el uso de herramientas, la resolución de problemas y la manipulación de objetos. Uno de los aspectos más fascinantes de su comportamiento es su capacidad de juego.
Este tipo de comportamiento, considerado un signo de inteligencia avanzada, ha sido observado en diversas especies de animales, incluidos los pulpos. En un experimento en particular, se observó a un pulpo jugando con una botella de pastillas, la cual propulsaba repetidamente con chorros de agua, un comportamiento que se asemeja a cómo los humanos rebotarían una pelota. Este tipo de actividad, aparentemente sin un propósito utilitario, sugiere que los pulpos pueden disfrutar de la estimulación mental simplemente por el placer que les proporciona.
Además de su capacidad para jugar, los pulpos también muestran personalidades individuales, un rasgo que se ha estudiado en detalle. En investigaciones científicas, se han identificado tres dimensiones clave en el comportamiento de los pulpos: nivel de actividad, respuesta a los estímulos y tendencia a evitar ciertos escenarios. Estas características se combinan de maneras únicas en cada individuo, creando personalidades distintas. Estas diferencias en la personalidad pueden influir en cómo un pulpo interactúa con su entorno, y en el caso del pulpo que guió a Casey, posiblemente explican su inusual interacción con la buceadora.
El encuentro de Jules Casey con el pulpo no solo reafirma lo que la ciencia ha descubierto sobre la inteligencia de estas criaturas, sino que también añade una dimensión emocional y profundamente humana a su comportamiento. La posibilidad de que un pulpo pueda actuar con una aparente intención de guiar a un ser humano hacia un lugar de significado especial sugiere una conexión entre especies que aún estamos lejos de comprender por completo.
El tributo submarino a Lorenz, marcado por la presencia de este pulpo, resalta la intersección entre la vida y la muerte en un entorno tan vasto y misterioso como el océano. Un buceador realiza una actividad que lleva a los límites de su propio entorno natural, también puede llevarnos a descubrir conexiones inesperadas y a reconocer la inteligencia de las criaturas que habitan las profundidades.
Este relato, que combina el respeto por la vida marina y el reconocimiento de las conexiones humanas, se convierte en un recordatorio de que, a veces, los encuentros más memorables en el mar no son con otros humanos, sino con los habitantes del océano que comparten su mundo con nosotros.