Los científicos han desenterrado una sorprendente revelación que nos obliga a reconsiderar lo que creíamos saber sobre la geología de nuestro planeta. Utilizando tecnología de última generación, han mapeado con una resolución sin precedentes la geología subyacente bajo el hemisferio sur de la Tierra. Lo que han descubierto es asombroso: una capa delgada pero densa que se encuentra a aproximadamente 2.900 kilómetros (1.800 millas) bajo la superficie, justo en el punto donde el núcleo metálico fundido de la Tierra se encuentra con el manto rocoso que lo rodea. Esta capa, conocida como el límite núcleo-manto (CMB), está arrojando luz sobre la complejidad de la estructura interna de nuestro planeta, desafiando las concepciones previas.
La geóloga Samantha Hansen de la Universidad de Alabama señaló que las investigaciones sísmicas, como esta, proporcionan imágenes de la estructura interna de la Tierra con una resolución sin precedentes. Este conocimiento profundo tiene un valor incalculable, ya que influye en nuestra comprensión de una amplia variedad de fenómenos terrestres, desde las erupciones volcánicas hasta las fluctuaciones en el campo magnético de la Tierra, que nos protege de la radiación solar en el espacio.
El estudio se llevó a cabo utilizando una red de 15 estaciones de monitoreo enterradas en el hielo de la Antártida. Estas estaciones se encargaron de registrar y mapear las ondas sísmicas generadas por terremotos durante un período de tres años. El comportamiento de estas ondas, incluyendo su velocidad y trayectoria, revela detalles cruciales sobre la composición y estructura interna de la Tierra. Estas zonas de la Tierra donde las ondas sísmicas se mueven más lentamente se conocen como zonas de velocidad ultrabaja (ULVZ).
El geofísico Edward Garnero, de la Universidad Estatal de Arizona, comentó: «Al analizar miles de registros sísmicos de la Antártida, nuestro método de imágenes de alta definición encontró delgadas zonas anómalas de material en el CMB en todos los lugares que sondeamos. El espesor del material varía desde unos pocos kilómetros hasta decenas de kilómetros. Esto sugiere que estamos viendo montañas en el núcleo, en algunos lugares hasta cinco veces más altas que el Monte Everest».
Los científicos creen que estas ULVZ podrían ser en realidad fragmentos de corteza oceánica que se han hundido durante millones de años. Aunque estas áreas no están cerca de las zonas de subducción típicas en la superficie terrestre, donde las placas tectónicas se empujan y desplazan rocas hacia las profundidades de la Tierra, las simulaciones sugieren que las corrientes de convección pueden haber transportado esta corteza oceánica antigua a su ubicación actual.
Es importante destacar que hacer suposiciones sobre los tipos de rocas y su movimiento en función del comportamiento de las ondas sísmicas es una tarea compleja y desafiante. Los investigadores no descartan otras explicaciones y señalan que la hipótesis de la corteza oceánica hundida es la más plausible hasta el momento. También se ha sugerido que esta corteza oceánica antigua podría envolver completamente el núcleo de la Tierra, aunque su delgadez hace que sea difícil de determinar con certeza. Los estudios sísmicos futuros seguramente aportarán más información para ayudarnos a entender mejor este misterio geológico.
Este descubrimiento tiene el potencial de arrojar luz sobre cómo el calor del núcleo terrestre, que es más caliente y denso que el manto circundante, escapa hacia esta capa. Las diferencias en la composición entre estas dos regiones son significativamente mayores que las que existen entre la roca sólida en la superficie de la Tierra y el aire que la rodea, una área en la que vivimos y cuyos cambios influyen directamente en nuestra vida cotidiana.