Después de que durante años los pasajeros que se encontraban en clase turista pudieran disfrutar de auténticos manjares de los dioses, ahora esto queda reducido a los privilegiados que viajan en clase business.
La pandemia del Coronavirus ha cambiado muchas cosas en relación a la vida cotidiana de las personas: el uso de la mascarilla cuando estamos enfermo ya no es algo raro, solemos hacernos prueba de detección a los primeros síntomas y muchas aerolíneas han eliminado las revistas aéreas y adaptado sus menús.
Esto lo vemos en vuelos Zaragoza Santiago de Compostela que no son de mucha distancia, donde prácticamente los servicios de almuerzo se han eliminado, pero sobre todo, en vuelos de larga distancia.
Vuelos cortos: adiós al snack
Es verdad que si bien en vuelos cortos muchas veces no da tiempo a comerse un buen chuletón si que era común que se sirviera algo rápido. Unos frutos secos, unas galletas, unos sandwichs o algo de chocolate.
Pero desde hace ya unos años esto se ha terminado y se puede apreciar en vuelos Alicante Madrid. Si alguien quiere picar algo tiene que traerlo de casa o gastarse el dinero y comprarlo a bordo.
Eso, o comprarlo en el propio aeropuerto, algo que generalmente es bastante más caro que en los comercios de la calle. También uno puedo traerlo desde casa.
Vuelos largos: la resistencia
En los vuelos de larga distancia sí que se da de comer o cenar a los pasajeros, pero estos menús son cerrados. Nada de elegir entre pollo o pasta. Ahora solo una opción y si se quiere otra no se puede, a no ser que sea un menú especial que se haya seleccionado previamente.
Esto es especialmente útil para personas con necesidades especiales, como es el caso de vegetarianos, veganos, kosher, alérgicos al gluten o a algún alimento o con intolerancia a la lactosa.
En estos vuelos se sigue vendiendo comida, generalmente chocolates, snacks o bebidas que no se encuentran en el menú básico gratuito.
Conclusión
La comida a bordo ha cambiado drásticamente en los últimos cuatro años. Más escasa y con menos opciones para los clientes, si bien en muchos vuelos de corta distancia han desaparecido los menús gratuitos.
Lo mejor para no llevarse un chasco es leerse muy bien lo que se ha comprado, en los billetes de avión suele venir detallados los almuerzos que se van a realizar si es que hay alguno.
Y si no, uno siempre puede viajar con la tortilla de patatas que ¡siempre es muy versátil y está riquísima!