La OTAN vive un renacimiento sin precedentes y el bautismo de esa nueva era para la defensa de Europa, abierta por la invasión rusa de Ucrania, se dará en la cumbre de Madrid que se celebra este miércoles y jueves.
Atrás quedan la «muerte cerebral» en la que, según Macron, estaba la Alianza, y para mejor vida ha pasado también el freno al multilateralismo durante la estancia de Donald Trump en la Casa Blanca. Putin ha conducido al ‘atlantismo’ hacia una bola extra mientras hay en juego varias cuestiones: el refuerzo de tropas, la mirada al flanco sur, la ampliación con Finlandia y Suecia y envolviéndolo todo la renovación del apoyo a Kiev en plena guerra, con el envío de más material.
Es algo «Histórico». Esa es la palabra que más se repite estas horas en torno al encuentro de los 30 líderes de la Alianza. Y está destinado a serlo porque está previsto que la OTAN apruebe el mayor despliegue desde la Guerra Fría, en un momento en el que Rusia está considerada ya como una «amenaza directa» tras su invasión de Ucrania. Por eso los aliados preparan directamente una demostración anti-Putin en los márgenes de su territorio.
Será un incremento superior al de la Segunda Guerra Mundial de sus fuerzas de alta disponibilidad a «más de 300.000», dijo ya el lunes Stoltenberg. «Estoy seguro de que Putin entiende nuestras garantías de seguridad colectiva y entiende las consecuencias de atacar a un país aliado. Activaría la respuesta de toda la Alianza», avisó el secretario general aliado. Además, agregó que los jefes de Estado y de Gobierno de la Alianza decidirán reforzar algunos de los batallones desplegados en países del este de Europa, quedando elevados a nivel de brigadas. El objetivo no es otro que tener la capacidad de responder rápidamente en caso de amenaza real por parte de Moscú. «Vamos a acordar un cambio muy importante con fuerzas más preparadas, más activas, un paquete de ayuda a Ucrania para mantener su derecho a la integridad territorial», desveló Stoltenberg.