Recientemente, un grupo de astrónomos liderados por Jorryt Matthee, del Instituto de Ciencia y Tecnología de Austria con el James Webb, ha realizado un descubrimiento que podría alterar nuestra comprensión de la formación de agujeros negros supermasivos en el universo. A través del uso del Telescopio Espacial James Webb (JWST), este equipo ha identificado que ciertos puntos rojos, previamente observados por el Telescopio Espacial Hubble como galaxias antiguas comunes, son en realidad quásares incipientes. Estos objetos cósmicos actúan como precursores de los agujeros negros supermasivos que residen en el centro de galaxias como la Vía Láctea. Los hallazgos, publicados en The Astrophysical Journal, han abierto nuevas vías de investigación en el campo de la astrofísica.
Los quásares observados por el James Webb, situados a unos 13 mil millones de años luz de distancia, se caracterizan por ser pequeños, con masas que oscilan entre 10 y 100 millones de veces la de nuestro Sol, lo cual es relativamente menor para los estándares de un agujero negro supermasivo. Los instrumentos avanzados del JWST permitieron detectar longitudes de onda de luz asociadas con hidrógeno caliente y de rápido movimiento, lo que indica la presencia de una nube de gas orbitando alrededor de algo con una masa considerable, como lo es un agujero negro supermasivo.
Esta observación del James Webb sugiere que estamos ante la presencia de agujeros negros supermasivos en una fase temprana de su desarrollo, posiblemente con solo unos pocos cientos de millones de años de antigüedad y evolucionando rápidamente. Para confirmar esta hipótesis, Matthee y su equipo necesitarán realizar mediciones adicionales, especialmente en lo que respecta a la edad de las estrellas que rodean estos agujeros negros.
Uno de los mayores descubrimientos del James Webb
El descubrimiento plantea interrogantes significativos acerca de la formación de los agujeros negros supermasivos, particularmente aquellos cuásares que parecen ser demasiado grandes para haberse formado en el periodo en que se encuentran. Tradicionalmente, se ha creído que los agujeros negros supermasivos surgieron del colapso de estrellas gigantes, pero la presencia de cuásares con masas de miles de millones de veces la del Sol, en un universo que apenas contaba con unos miles de millones de años, desafía esta teoría. Esto ha llevado a los científicos a especular sobre la posibilidad de que estos agujeros negros se hayan formado a partir de «semillas» más masivas, creadas por el colapso de enormes nubes de gas bajo su propia gravedad.
«Mi intuición dice que se trata de sistemas bastante jóvenes, de unos pocos cientos de millones de años como máximo, que están evolucionando rápidamente (al menos, en «escalas de tiempo astronómicas» de millones de años)», dice Matthee a Inverse .
Los datos proporcionados por el James Webb hasta ahora parecen apoyar la teoría de que los agujeros negros supermasivos se originaron a partir de semillas más masivas, aunque aún no se cuenta con evidencia suficiente para establecer una conclusión definitiva. Matthee señala que se requieren más datos para diferenciar entre los diversos escenarios propuestos para la formación de estos objetos cósmicos.
El equipo de investigación del James Webb tiene planes ambiciosos para el futuro, habiendo reservado más tiempo en el JWST con el objetivo de encontrar y estudiar una mayor cantidad de estos «pequeños puntos rojos» aún más distantes y antiguos. Al expandir el número de «bebés quásares» conocidos, esperan acercarse más al momento de su formación, lo que podría arrojar luz sobre las condiciones iniciales que dieron lugar a estos gigantes cósmicos.
La búsqueda de agujeros negros supermasivos de menor masa también permitirá caracterizar mejor las propiedades de las galaxias donde se forman, proporcionando pistas cruciales sobre el misterio de su origen. Este emocionante campo de investigación se encuentra en un momento de gran actividad, prometiendo desvelar algunos de los enigmas más profundos del universo.