En un avance sin precedentes en la exploración espacial en un planeta lejano, el Telescopio Espacial James Webb, también conocido como Webb, ha logrado medir la emisión de luz de un exoplaneta rocoso que orbita la estrella TRAPPIST-1, una enana M notablemente más fría y pequeña que nuestro sol. Este planeta, denominado TRAPPIST-1b, no emite luz visible, sino un brillo en el espectro infrarrojo, desafiando las expectativas y abriendo nuevas posibilidades en el estudio de cuerpos celestes fuera de nuestro sistema solar.
El descubrimiento se produjo tras observaciones detalladas realizadas por el Telescopio Espacial Spitzer de la NASA, que inicialmente identificó varios exoplanetas rocosos en órbita alrededor de TRAPPIST-1. Sin embargo, ha sido el Webb el que ha proporcionado datos más precisos sobre estas formaciones celestes, particularmente sobre TRAPPIST-1b, cuyas características empiezan a esclarecerse con mayor detalle.
El Dr. Pierre-Olivier Lagage, coautor del estudio, compartió su entusiasmo por este hito: «Este ha sido un objetivo que he soñado con alcanzar. Por primera vez, podemos detectar directamente la emisión de un planeta rocoso y templado. Representa un avance significativo en la historia del descubrimiento de exoplanetas.»
De acuerdo con las mediciones del Webb, TRAPPIST-1b registra temperaturas extremadamente altas, alrededor de los 230 °C, comparables a las de un horno doméstico. Esta elevada temperatura sugiere que el exoplaneta podría carecer de una atmósfera que modere estas condiciones extremas. La falta de atmósfera también es un factor crucial para entender por qué el planeta emite un brillo infrarrojo en lugar de luz visible.
El planeta TRAPPIST-1 es como la tierra
El Dr. Thomas Greene, astrofísico de la NASA y autor principal del estudio en la revista Nature, destacó la capacidad única de Webb para realizar tales mediciones: «Ningún telescopio anterior había tenido la sensibilidad necesaria para detectar una luz tan tenue en el infrarrojo medio. Esto nos permite explorar en profundidad las características de planetas que hasta ahora eran demasiado oscuros para ser estudiados con detalle.»
La relevancia de este descubrimiento trasciende el mero dato técnico; ofrece una perspectiva valiosa sobre la habitabilidad potencial de planetas que orbitan estrellas pequeñas y activas como TRAPPIST-1. Aunque la alta radiación y las condiciones extremas en TRAPPIST-1b disminuyen las posibilidades de vida tal y como la conocemos, el hecho de detectar y medir su emisión térmica es un paso adelante en la búsqueda de entornos extraterrestres potencialmente habitables.
TRAPPIST-1b es el más cercano a su estrella de los siete planetas del sistema y recibe aproximadamente cuatro veces la cantidad de energía que la Tierra del Sol, una situación que lo expone a un bombardeo constante de radiación y calor. Aunque estudios anteriores sugerían que podría tener una atmósfera que redistribuyera el calor y moderara estas condiciones, las últimas observaciones del Webb indican que esto no es así, lo que confirma que TRAPPIST-1b es un planeta rocoso sin atmósfera.
Estas investigaciones son cruciales para entender la dinámica de los sistemas planetarios que orbitan estrellas enanas M, que son muy diferentes de nuestro propio sistema solar para encontrar un planeta habitable. El estudio de estos planetas no solo nos ayuda a comprender mejor las condiciones bajo las cuales podrían formarse y mantenerse atmósferas planetarias, sino también a explorar las posibilidades de vida más allá de nuestro entorno terrestre.
Con cada nueva observación y descubrimiento, el Webb continua desafiando nuestras percepciones y puede leerse el estudio oficial en la revista Nature con información actual sobre el cosmos y ampliando los horizontes de nuestro conocimiento científico. Este telescopio, con su capacidad sin precedentes para captar la luz de los objetos celestes más remotos y tenues, es una herramienta esencial en la continua búsqueda de respuestas sobre la formación del universo y la potencial habitabilidad de otros mundos.