Los arqueólogos han hecho un hallazgo excepcional al recuperar un antiguo ladrillo que data de aproximadamente 2900 años. Aunque la antigüedad de esta pieza es impresionante, su verdadera fascinación radica en su contenido biológico, que incluye rastros de flora y, sorprendentemente, estiércol animal. Este descubrimiento proporciona una visión única de la vida vegetal y las prácticas de construcción de la época.
Este antiguo ladrillo fue desenterrado en un sitio arqueológico en lo que hoy conocemos como Irak. Se presume que en su fabricación se emplearon recursos disponibles en el entorno local. De acuerdo con antiguos jeroglíficos, es probable que el ladrillo haya sido moldeado a partir del barro del río Tigris. Investigaciones posteriores revelaron que este barro se mezcló con otros componentes, como paja, similar a las descripciones bíblicas de la fabricación de ladrillos en el antiguo Egipto.
Este ladrillo en particular fue extraído de las ruinas de un palacio que perteneció al rey neoasirio Ashurnasirpal II. La datación del ladrillo se realizó sin dificultades gracias a inscripciones preservadas en su superficie, que indican que se fabricó entre el 879 y el 869 a.C. Los arqueólogos creen que este período coincide con la construcción del palacio. El estudio requería la colaboración de expertos de diversas disciplinas y permitió la identificación de alrededor de 34 especies de plantas a partir de este solo fragmento de ladrillo. Investigadores de la Universidad de Oxford en el Reino Unido, la Universidad de Copenhague en Dinamarca y el Museo Nacional de Dinamarca se unieron para llevar a cabo esta investigación.
La investigadora principal, Sophie Lund Rasmussen, de la Universidad de Oxford, se mostró asombrada por la capacidad de un simple ladrillo para preservar datos ecológicos milenarios. Según ella, la preservación del ADN fue posible gracias a las variaciones en los métodos de fabricación de ladrillos a lo largo de los años.
En tiempos más recientes, la producción de ladrillos implica hornos y temperaturas extremadamente altas, lo que dificulta el análisis de su contenido biológico. En contraste, los ladrillos antiguos se secaban naturalmente, a menudo al sol, lo que permitía conservar y analizar la firma genética de la materia biológica presente en ellos. Troels Arbøll, un asiriólogo de la Universidad de Copenhague y miembro del equipo de investigación, destacó que el análisis de ADN de este antiguo ladrillo arroja luz sobre la biodiversidad en una comuna asiria típica de la antigüedad.
Aunque se encontraron rastros de estiércol de animales en el ladrillo, los investigadores se centraron en el ADN animal debido a su mejor conservación. Entre las plantas identificadas a través del análisis de ADN del ladrillo de 2900 años se encuentran la col, el abedul, la mostaza, el laurel, las gramíneas monocotiledóneas (posiblemente trigo) y el brezo.
Este estudio revelador se hizo posible gracias a la colaboración innovadora entre investigadores de múltiples instituciones y disciplinas. Sin esta cooperación interdisciplinaria, los valiosos conocimientos sobre la antigua ecología y prácticas de construcción habrían sido inaccesibles.