Hotel Tigaiga, el magec del Taoro

Tigaiga es un nombre muy sonoro, como Taoro, La Orotava o Tenerife. Es una de las laderas que junto con Tamaide rodea el valle de Taoro, que se abre por el norte al mar Atlántico

Tigaiga es un nombre muy sonoro, como Taoro, La Orotava o Tenerife. Es una de las laderas que junto con Tamaide rodea el valle de Taoro, que se abre por el norte al mar Atlántico. Lo protegieron cuando su nacimiento telúrico tal como demostró el profesor Telesforo Bravo, con su teoría de los deslizamientos gravitacionales. Al caserío de Tigaiga, en Los Realejos, iba cuando chico con mi padre para comprar cebollas, ya que decían que junto a las de Guayonge (Tacoronte) eran las mejores, al menos del norte de la isla. Al hotel Tigaiga me acercaba mucho en los años de la década de 1970 cuando Enrique Talg II, llamado el Inquieto, desde la perspectiva hotelera, se empeñó en implementar la red de senderos del valle de Taoro, desde el mar hasta la cumbre, desde Tigaiga hasta Tamaide, cruzando los montes del valle de La Orotava. Me contó sus vivencias en Suiza y en Madrid, con Telesforo Bravo y Luis Espinosa de compañeros de pensión, después de trabajar con su padre, Enrique Talg I, en el hotel Taoro del Puerto de la Cruz, donde aprendió bastante del mundo de la hostelería y conoció personajes como la cubana Dulce María Loynaz. Fue quien dejó plasmada en el Libro de Oro, en su primer verano en Tenerife, 1947, una frase plena de geografía artística: “Hotel Taoro, punto de intersección del mar y la montaña, bello jardín que empieza donde acaban las olas, y acabas donde empieza el Teide.” No le comentaron que el Taoro había sido el primer hotel que se alumbró en 1894 con las energías limpias de La Orotava. Ello me permite recordarles a Enrique Talg III y a sus hermanas Irene y Úrsula, la importancia que tiene hoy día la sostenibilidad que caracteriza al Hotel Tigaiga que su abuelo finalizó en 1958. No solo por las aplicaciones ecológicas a la hora de prestar sus servicios sino por las potencialidades artísticas de sus instalaciones. Entiendo que el Tigaiga es el sol que llega al volcán del monte Miseria y lo puede activar energéticamente para crear la Residencia del Artista, con la que soñó el arquitecto suizo Alberto Sartoris en 1953 cuando arrancaba el IEHC y se construían los cimientos del MACEW. Después de visitar los bungalows del Nautilus, en el Puerto del Carmen de Lanzarote, tengo claro que el Tigaiga puede ser la Residencia Artística del Puerto de la Cruz de Tenerife. Estoy seguro que el amigo Ayoze Suárez se pondría contento a la hora de ver cumplido su sueño como Visionario de Tenerife. Les recuerdo a los hermanos Talg que su padre quiso montar en el parque del Taoro el museo de Agustín de Betancourt, el Magec de las islas Canarias, el sol de la ingeniería europea. (ISG) 2 mayo 2016

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