En busca de un lugar donde dejar la mochila

Andrés Expósito, un chicharrero culto, amante de la lectura, el cine y la jardinería, indaga una segunda oportunidad tras salir del infierno de la droga y pasar tres décadas viviendo en la calle
Andrés Expósito nos contó algunos aspectos de su vida en una entrevista en la plaza del Príncipe, uno de los lugares de los que es asiduo. Sergio Méndez

Desde el momento que nació su vida no ha sido fácil. Andrés Expósito lleva gran parte de su 56 años residiendo en la calle, gracias a la caridad de muchos amigos y conocidos. Lo cierto es que, aunque es consciente de que ha cometido muchos errores, ahora se replantea su vida y, a diario, trabaja para lograr una segunda oportunidad. Confiesa, en una entrevista concedida a DIARIO DE AVISOS, que entre sus objetivos no se encuentran grandes aspiraciones, simplemente lograr un puesto de trabajo que le permita tener autonomía económica y una vivienda, donde pueda dejar su mochila.

Por el momento, Andrés pasa las noches en el albergue municipal de Santa Cruz. Muy temprano, se asea y sale de este espacio social a los enclaves que han sido su hogar en años anteriores. La plaza del Príncipe, la calle de El Pilar y los alrededores de esta zona ven a diario el caminar de este chicharrero, cargando con una bolsa con algunas de sus cosas. Las otras pertenencias las tiene repartidas en algunos puntos, no solo de la capital, sino de otras localidades, gracias a la colaboración de sus amigos, sin los que, asegura, todo este proceso no sería posible. Ellos son precisamente los que le echan una mano con la elaboración y el envío de los currículums y la búsqueda de ofertas de empleo en el periódico, puesto que su primera tarea es encontrar un trabajo. Lo demás, ya vendrá.

Como muchos canarios, la familia de Andrés viajó a Venezuela a mediados del siglo pasado en busca de nuevas oportunidades. Precisamente, a los pocos días de arribar, su madre se puso de parto y falleció.

Al tiempo, la familia materna decidió que volviera a Tenerife, donde Andrés, junto a su hermana mayor, empezó a residir con sus tíos, a los que considera como sus padres. Aunque su padre biológico vivía en la zona de La Esperanza y él en La Laguna, prácticamente no mantuvo relación ni con este, ni con sus abuelos paternos. Estos primeros años de su vida con la ausencia, sobre todo, de la figura materna, han marcado -y lo sigue haciendo aún- la personalidad de Andrés, ya que, como explica, el hecho de carecer de una madre ha sido clave. “A mi tío Bernanrdo y a su mujer se lo debo todo, me dio la vida, me dio estudios y con ellos fui muy feliz”, narra.

Una vez finalizó su formación académica, hasta el antiguo BUP, Andrés comenzó a trabajar en distintas ramas, incluso se fue hasta los Pirineos. Allí permaneció varios años y en ese tiempo sufrió una de las peores situaciones personales. Estando en la Península, su novia, que residía en la Isla se fue con él, con ideas de casarse. Finalmente el matrimonio no se consumó, porque según explica Andrés, ella estaba embarazada de otra persona.

Con la ruptura sentimental, este chicharrero volvió a Tenerife y ahí comenzó su declive. Por esa época, que coincidió también con un retroceso de la economía, se inició su coqueteo con las drogas. Esto le provocó la pérdida, no solo del trabajo, sino también de su vivienda, con aproximadamente 33 años. “En ese momento empecé a vivir mi luto, el de la relación sentimental, y el de haber crecido sin una madre”, detalla. “Estuve consumiendo durante más de 10 años, y en ese tiempo vivía en todos lados, por las plazas, la calle, en los bancos…”, relata. “Hasta ese momento nunca había probado la heroína”, confiesa.

Durante esos años, la calle era su hogar. Andrés pudo salir adelante y subsistir, en la medida de lo posible, pidiendo limosna a las personas que transitaban por el centro de Santa Cruz, que era donde principalmente se encontraba, y, sobre todo, gracias a la ayuda de muchos amigos, no solo a los que conoció en esta última etapa negra, sino aquellos que estuvieron presentes en los mejores períodos de su infancia y juventud. A lo largo de la entrevista, recalca, en varias ocasiones, la importancia de la colaboración y el apoyo que todas estas personas le han brindado, sobre todo, en los peores momentos, ya que, explica, que a diario puede alimentarse gracias a algunos de estos amigos que le ofrecen un plato de comida. Asimismo, puntualiza que en este tiempo ha querido seguir cultivándose, tanto a través de la lectura, como manteniendo contacto con personalidades destacadas, como escritores o artistas.

La ausencia de su madre ha marcado la vida de Andrés, como el mismo reitera. “Pasar las navidades sin ella era muy complicado, no sentía que tuviera un arraigo familiar”, añade. No obstante, sí reconoce y valora la ayuda prestada por sus tíos paternos, que lo criaron como si fuese otro de sus hijos.

“Mi interior estaba destrozado”, afirma. “Me drogaba solo, en cualquier lado, en la calle o en un cajero”, narra el protagonista de esta historia, quien reconoce que esos años lo deterioraron, no solo en su aspecto físico, sino también desde el punto de vista interior.

Tras este periplo consumiendo drogas, que se prolongó por cerca de una década, Andrés decidió entrar en rehabilitación y desintoxicarse. “Lo hice, sobre todo, por mi madre, porque ella dio la vida por mí y se merecía que hiciera esto por ella”, añade. Además, recalca que otro de los motivos que le llevó a tomar la decisión de dejar las drogas era por él mismo. “Me merezco ser una persona medianamente feliz, tener un empleo, una vida tranquila, sencilla”.

Terapia

Proyecto Hombre fue en ese momento su tabla de salvación. Este colectivo le ayudó a dejar atrás el consumo de estupefacientes. De hecho, cuenta que hace más de dos años que está completamente limpio, sin pensar en consumir estas sustancias. “Fui consciente de que lo que me metía no me servía para nada ni me beneficiaba en el cuerpo”, explica. Como para muchas personas, este periodo de ingreso en Proyecto Hombre no fue nada fácil, porque supone tocar fondo del todo para volver a salir a flote. Así lo cuenta Andrés, quien detalla lo duro del cambio. “Una de las terapias consistía en que tenía que estar sin hablar; estuve cerca de tres meses así , incluso tuve de mascota un pequeño perenquén, al que llamé Alberto, que era el que me hacía compañía”. Durante este periodo, llevó a cabo una retrospección de su vida, desde su niñez, para así comprender cuáles eran las causas de su drogadicción, afrontarlas y poder retomar, nuevamente, su camino. Aunque una vez terminó la terapia Andrés recayó en alguna ocasión en las drogas, asegura que desde hace cerca de dos años que ya no la prueba. En ese momento, se puede decir que comenzó su nueva etapa y la búsqueda de su segunda oportunidad.
Junto a la pérdida de su madre, añade que otro de los motivos que le ha marcado en la vida es la falta de cariño. Desde su matrimonio frustrado cuando era joven, hasta las relaciones sentimentales que no han prosperado. De hecho, confiesa sentirse dolido de que en este tiempo no haya podido contar con el amor incondicional de una pareja, aunque sí ha tenido varias relaciones amorosas.
Ahora, este chicharrero intenta superar esa mala etapa que duró más de lo que debía. Su objetivo principal es encontrar un puesto de trabajo, “de lo que sea y donde sea”, para así poder alquilar una casa donde recomponer, poco a poco, las piezas del puzle de su vida y en la que pueda disfrutar de sus principales aficiones, como son la lectura, la jardinería y el cine.

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