La Pasión de un pueblo

La representación de la muerte de Jesús, en Adeje, moviliza a 300 vecinos que se entregan a sus papeles y transforman el municipio, convertido durante unas horas en la antigua Jerusalén
La escena de la Piedad es uno de los momentos de mayor emoción / Phil Crean
La escena de la Piedad es uno de los momentos de mayor emoción / Phil Crean

Desde primera hora de la mañana ya se nota que es un día especial en Adeje. No solo por el corte de algunas calles o la hilera de señales de prohibido aparcar, sino por la ilusión que se detecta entre los vecinos nada más pisar el casco. Por fin ha llegado el día de la Pasión. A una hora para el comienzo del espectáculo, en el entorno de la calle Grande se vive un ambiente de fiesta. Los turistas más madrugadores ocupan parte de la escalinata de la iglesia de Santa Úrsula, en la plaza de España, donde el sol va y viene.

El resto abarrota las terrazas de bares y restaurantes. Allí disfrutan de sus cafés, refrescos y algunas cervezas mientras contempla cómo los miembros de la organización repasan, discretamente, los últimos detalles técnicos en decorados, escenarios y megafonía instalados a lo largo de la empinada vía. Se cuida hasta el más mínimo detalle: se tapan señales de tráfico, papeleras y buzones. Sólo se oye el murmullo de las tertulias en varios idiomas combinado, de vez en cuando, con el click de la apertura de alguna lata de refresco o el tintineo de una cucharilla en una taza.
Esa quietud contrasta con lo que ocurre apenas a 50 metros, en el Centro Cultural, situado en una calle paralela. Allí, alrededor de 300 personas, hombres, mujeres y niños de todas las edades se mueven por las tres plantas del edificio, unos vestidos de romanos, otros de apóstoles, otros de guardias del templo y el resto ataviados con túnicas. Nadie está parado y todo el mundo habla. Las dependencias son lo más parecido a un hervidero, un trasiego constante de quienes están a punto de ser actores y actrices por un día. Una chica con ropaje y velo beige se abre paso de una sala a otra mientras va preguntando qué hora es. La respuesta le llega descifrada: “faltan 40 minutos”.

En el sótano una decena de adolescentes se enfunda los cascos dorados y la coraza. Uno de ellos tiene un problema con el encaje de la armadura pero Loly, costurera y encargada del vestuario, lo arregla de inmediato. “A estas alturas para mí ya nada es difícil; que se sientan cómodos es lo más importante”, señala en plena faena. A escasos metros, en la sala de maquillaje, Ana Oneida recibe los últimos retoques. Tiene la responsabilidad de representar a uno de los personajes estelares, la Virgen María. “A esta hora ya notas las hormiguitas en el estómago. Lo que sientes es una mezcla de responsabilidad y compromiso”, dice. En la interpretación de su papel confiesa que vive intensamente la escena de la Piedad, cuando descienden a Jesús de la cruz y su madre lo recibe en sus brazos, entre el dolor y la esperanza.

En un pequeño habitáculo contiguo aguarda Jesucristo. José Antonio López lleva 10 años metido en el papel. Vestido con túnica blanca, luce melena y barba impecable, y a falta de media hora ya está perfectamente maquillado. “Si te dijera que no tengo nervios te mentiría, pero aquí la clave es la implicación de la gente para que todo salga bien”. Admite que uno de los momentos de su interpretación más complicados es la crucifixión. “Es duro mantenerte estático y aguantando el sol tanto tiempo”, confiesa, al tiempo que reconoce que es un privilegio representar a Jesús de Nazaret en su pueblo. “A todo el mundo le parece fascinante, a niños y adultos, hasta el punto de que en los días posteriores todos quieren hacerse fotografías y selfis conmigo”.

En la peluquería de Víctor, frente al Centro Cultural, Ainhoa repasa mentalmente su actuación –le corresponde María Magdalena- en la que pondrá de manifiesto, a través de una interpretación musical, toda su adoración por Jesús. Se le ve tranquila. “Es mi cuarto año, pero como si fuera la primera vez; además, viendo la decoración de las calles nos sentimos en Jerusalén”, cuenta.
Laura Marrero lo vive como nadie. Es la directora artística del espectáculo. Lleva 16 años con esa responsabilidad. Está atenta al más mínimo detalle, sin perder nunca su buen talante, y la sensación que transmite es que todo está bajo control. “Anoche acabamos el ensayo general en el que participa todo el mundo a la una de la madrugada, pero llevamos más de un mes y medio trabajando con los personajes principales”, afirma. Se muestra orgullosa de que “la gente viva esto como algo suyo, desde el niño más pequeño a quien encarna figura de Jesús. Los adejeros se identifican con la Pasión”. Marrero admite que le cuesta elegir un momento concreto de la representación. “Me quedo con un poquito de cada cosa, aunque quizás destacaría el instante en que los niños corren hacia los apóstoles y Jesús dice ‘dejad que los niños se acerquen a mí. Es emocionante”.
Quince minutos antes del inicio de la representación de la pasión y muerte de Jesucristo, todos los participantes se congregan en el salón de actos. Cada uno metido de lleno en su papel. Allí la directora artística lanza una arenga final y subraya algunas recomendaciones, especialmente dirigidas a los niños: “Nada de mirar a las cámaras de televisión, no reírse, cuidado con las cabras, no jueguen con ellas y no olviden que en la escena de Pilatos estamos en un mercado. Desde que pisen la calle, todos somos parte del pueblo de Jerusalén”. La liturgia de última hora concluye cogiéndose todos de las manos para gritar tres veces la frase de rigor: ¡mucha mierda!
Para entonces la suerte está echada. El reloj marca las doce menos diez y el Centro Cultural, de repente, se queda vacío. Es en ese momento cuando el casco de Adeje se transforma en Jerusalén. Por la megafonía suena la primera pieza, con chácaras y arreglos orientales, compuesta por la Escuela Municipal de Música. Los márgenes de la calle Grande ya se han poblado de arriba a abajo. Turistas y residentes desenfundan sus móviles. Las cámaras de la Televisión Canaria encienden sus pilotos rojos. Las nubes tapan el sol. Es la cara visible de la celebración. La cruz aguarda en la plaza de España.

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