¿Será verdad?

Siendo Pepe Segura presidente del Cabildo tinerfeño, asistimos una multitud a un desfile en Amberes, con ocasión de la Europalia

Siendo Pepe Segura presidente del Cabildo tinerfeño, asistimos una multitud a un desfile en Amberes, con ocasión de la Europalia. Un desfile de Carnaval. Entre los actos programados había supuestamente una recepción a bordo de un barco de Trasmediterránea -algunos llamaban a esta famosa naviera Trasmierditerránea-, surto en el puerto, como se dice en el argot del muelle. Fuimos allí en tropel unas cien personas, con Pepe Segura a la cabeza; al papeo. En esto que nos detiene un marinero medio borracho, al pie de la escala de acceso al buque. “¿A dónde van ustedes?”. “Oiga, yo soy el presidente del Cabildo de Tenerife y estos señores y señoras están invitados al cóctel que va a celebrarse aquí esta noche”. “Pues mire usted, yo soy marinero de la Trasmediterránea y aquí no hay cóctel ni hay nada, así que den media vuelta, a tomar por saco”. Cada uno comió donde pudo. En otra ocasión, en un avión rumbo a El Hierro, Pepe Segura llevaba al lado a una señora con su nieto llorón. Para que se callara, el bueno de Segura le acarició la cabecita al niño: “Vaya, mi niño, estate calladito (por dentro estaba cagándose en la madre que parió al llorica, por la escandalera)”. La abuela, que no sabía de protocolo, le apartó la mano y le dijo, con energía: “¡Deje quieto a mi nieto, confianzudo!”. Y el niño siguió berreando a pleno pulmón. Otra vez, en Venecia, a Pepe le entraron ganas de cantar, sin duda influido por el ambiente: “¡Gondolero, gondolero!”; se puso de pie en la embarcación y a punto estuvo toda la comitiva de tragar agua del Gran Canal, con el remero pidiendo calma a gritos. Otro día les contaré, por enésima vez, cómo me meé encima (porque no podía escapar) durante un discurso del bueno de Pepe Segura, en el Castillo Negro, al que le tengo mucho cariño. Al castillo y a Pepe.

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