La verdad de los padres de Nadia

Acaso venga con mejores intenciones. Pero no me fío de 2017. Alguien me comenta, “me ha ido bien este año”, y es una suerte de atrofia del pensamiento común

Acaso venga con mejores intenciones. Pero no me fío de 2017. Alguien me comenta, “me ha ido bien este año”, y es una suerte de atrofia del pensamiento común. Los años no llueven a gusto de todos, pese al consenso general sobre el desatino de este que se está deshaciendo estos días con mala tiempla de cargacera fea. Año malo, pródigo en gente mala. A un papa rojo le replica el papa de verdad, que es Trump. Cada uno en su Casa Blanca. Y así han pasado los meses. Entre disgustos y entre costuras. Susana Díaz cosiendo el partido y Podemos hecho jirones. Nada de cuanto aconteció en este año travestido fue en esencia cierto. Los padres de Nadia, mintiendo a la prensa y a todo dios, son la tónica general de un año mentiroso. Ni Shakespeare era Shakespeare, a la luz de este año mentido y desmentido, que no volvió a recordar que no sabemos sumar ni leer. En los Emiratos Árabes reparten bolsas de conocimiento a los niños que nacen y libros a la mano de obra para que lean en horas de trabajo. Y nosotros, crecidos pensando que habíamos inventado la argolla en horario laboral. Yo de joven me escapaba del trabajo para ir a leer a la librería La Prensa de mi tío en la calle del Castillo y sentía remordimiento, cosa que en los Emiratos iría en el sueldo. Pero ya ven, somos en el informe PISA el farolillo rojo de la mala comprensión lectora. Con esa mala leche de año torvo y rebenque, de año poco leído, tras décadas de soberbia analfabeta, hemos terminado gobernados por estos. Los del trumpantojo, donde nada es verdad se mire como se mire. Ni el rey tiene audiencia. Todo va así. Al revés, sin orden ni concierto. En la indexación de los hitos de este año las noticias tienen un mismo tufo a año cenizo, del que apetece salir por patas y hacer planes de año nuevo vida nueva. ¿Qué toca soñar esta vez? Entre la porqueriza que deja este, cualquier novedad mínimamente grata será celebrada con ganas de creer que todo va a ir a bien, que el populacho no se ha hecho populista de la noche a la mañana, que volverán los votos a las urnas con fundamento, como en Austria, donde un señor mayor dejó planchado a un cuarentón ultra. Quizá vivamos un nueva primavera de algo, con aquella lógica de las loterías de antes que tocaban en los lugares maltratados por alguna catástrofe. Quizá los fact checkers, que verifican los hechos, comprueben la veracidad de las noticias publicadas, impongan una nueva credibilidad y nos devuelvan la fe en la palabra dada, espulgada de los piojos con la gloria de las flores. Viviremos -eso sí- bajo las albardas tributarias de Montoro. Pero hasta ahí.

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