Tirando piedras sobre mi tejado: por qué hay que eliminar la subvención de residente al billete aéreo – Pablo A. Hernández González-Barreda*

No hay que eliminarla, estén tranquilos, no voy a apoyar que se elimine la subvención de residente. Pero no voy a dejar que la realidad de lo que voy a escribir me arruine un titular atractivo

No hay que eliminarla, estén tranquilos, no voy a apoyar que se elimine la subvención de residente. Pero no voy a dejar que la realidad de lo que voy a escribir me arruine un titular atractivo. Como digo, la subvención de residente está más que justificada para resolver los problemas de la doble insularidad y lejanía. Mientras cualquier persona residente en la Península puede desplazarse por todo el territorio con su vehículo, en guagua o en tren, un canario está obligado a pasar por un puerto o aeropuerto para poder disfrutar de todo el paisaje nacional. Por eso, es justo que se aplique la subvención de residente a los canarios.

El problema lo encontramos cuando analizamos la evolución de los precios de los billetes de avión y los comparamos con los precios de nuestro entorno. Según datos del Ministerio de Fomento y del Gobierno de Canarias, el precio medio de un billete de avión de ida y vuelta entre la Península y Canarias se situaba en 2012 y 2014 entre 226 y 484 euros. Si tomamos en cuenta Semana Santa o Navidad, los precios medios se disparan a entre 500 y 700 euros. De ahí algunas noticias aparecidas en medios que comparan los precios de los billetes a Canarias con los de las rutas a Nueva York.

Es obvio que estos precios son disparatados para un trayecto de dos horas, más aún si analizamos otros trayectos y en un contexto de reducción del precio del petróleo. Si comparamos los datos, el precio medio de un trayecto parecido entre dos capitales europeas se sitúa entre 150 y 180 euros. Entonces, ¿qué diferencia hay entre el resto de rutas y las rutas entre la Península y Canarias? Lo han adivinado: el descuento de residente.

El descuento de residente, aplicado de forma directa en el precio al consumidor final, provoca que los precios suban de forma artificial, perjudicando nuestra economía. En un ejemplo simplificado, si los residentes están dispuestos a pagar 200 euros, y los turistas peninsulares 250 euros, el precio medio de demanda se situaría en 225 euros. Sin embargo, si introducimos el descuento del 50% en los residentes, el precio que estos estarían dispuestos a pagar sería mayor. En el ejemplo, un descuento de residente equivaldría a que estos pagarían 100 euros, mientras el Estado abonaría los otros 100 euros. Pero la realidad del consumo y renta hace que los consumidores residentes siguen estando dispuestos a abonar más de 100 euros. Como los consumidores sabemos de la existencia del descuento, no pagaremos más de 200, pero sí estamos dispuestos a pagar más de 100 porque sigue siendo más barato. Pongamos 150 euros. El problema deriva de que el precio real son 300 euros, porque el Estado está abonando la otra mitad. Así, si los turistas peninsulares continúan estando dispuestos a abonar 250 euros, la media entre ese precio y los 300 de precio medio que están dispuestos a pagar los canarios da como resultado un precio medio de demanda de 275 euros, frente a los 225 euros en los que se situaba antes de la subvención. Teniendo en cuenta lo anterior, es claro que el descuento de residente puede beneficiar parcialmente a los canarios, pero también puede perjudicar al turismo peninsular y a los pasajeros en conexión a través de vuelos con la Península, como han demostrado varios estudios. Ya dije que no soy partidario de eliminar el descuento residente, pero sí creo que debe reformularse. Entonces, ¿qué alternativas hay?

La primera sería limitar el precio máximo del billete. Esta opción, que ya intentó el Gobierno canario, fue rechazada por la Comisión Europea, pero debería ser reestudiada en profundidad. Otra alternativa viable sería establecer un precio nocional máximo al que se aplicaría el descuento de residente. Esta opción actuaría indirectamente como límite máximo a los precios, poniendo coto a la presión al alza de los precios, y sería idónea desde un punto de vista de justicia socioeconómica por hacer la subvención regresiva. Una tercera posibilidad sería la de establecer un número de plazas determinado en cada vuelo susceptible de recibir la subvención de residente y dejar el resto de plazas a precio de mercado y sin subvención. Como cuarta opción podría ser la de establecer una deducción en la cuota diferencial del IRPF, de manera que se devolviera parte del importe del billete después de haber abonado todo el precio a la aerolínea. Por último, podría analizarse la subvención directa de las rutas y sus problemas desde el punto de vista de las Ayudas de Estado. Tal y como se hace con rutas de guagua.

Estas son solo algunas de las opciones que se pueden barajar y que deberían ser estudiadas en profundidad en la situación actual antes de hacer una apuesta. Porque, aunque la subvención de residente es muy positiva para todos los que somos residentes canarios, también hay que tener en cuenta los efectos colaterales que produce en la economía canaria. Es posible que un cambio de sistema pueda mejorar la afluencia de turistas o su capacidad adquisitiva sin incrementar el precio del billete para los residentes canarios. En este caso es posible, como sucede con tantas otras cosas, que la mejor opción no sea siempre la más evidente.

*PROFESOR DE DERECHO FINANCIERO Y TRIBUTARIO DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA COMILLAS-ICADE

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