Vecinos que se mueven en el Puerto de la Cruz

Ruth Chavez Hernández pintó unas pequeñas piedras para cubrir unos huecos en el cruce de las calles Zamora y Puerto Viejo que no dejan a nadie indiferente
Las pequeñas piedras de colores no dejan indiferentes a los transeúntes. Andrés Gutiérrez
Las pequeñas piedras de colores no dejan indiferentes a los transeúntes. Andrés Gutiérrez
Las pequeñas piedras de colores no dejan indiferentes a los transeúntes. Andrés Gutiérrez

Desde hace un par de meses, unas curiosas y diminutas piedras pintadas de colores cautivan la atención de los transeúntes en el cruce de las calles Zamora y Puerto Viejo. No hay día que los turistas se detengan a observarlas y le saquen fotos. La culpable de que estén ubicadas allí se llama Ruth Chávez Hernández, la propietaria de ‘La gata de papel’, una pequeña y encantadora tienda ubicada en el número 23 de la primera vía.

La idea surgió al ver a unos operarios a escasos metros de su negocio. Se acercó y les preguntó si no querían algunas piedras pintadas por ella a mano con esmaltes acrílicos para rellenar los huecos que habían quedado y la calle luciera más bonita.

Fue hace un mes y medio y desde entonces, estos minerales decorados con atractivos colores no pasan desapercibidos y captan la atención de todos aquel los que pasan por el lugar.

‘La gata de papel’ abrió sus puertas en agosto del año pasado. Resulta difícil definir el ramo, es una mezcla de cosas curiosas, algunas hechas por ella misma. “Es un poquito de todo hasta que voy viendo qué funciona y qué no”, explica. También hay libros de segunda mano, la mayor parte donados por los clientes. Los protagonistas estrellas en casi todos los productos, que vende, cajas, delantales, relojes, libros, marcapáginas, y trabas para el pelo, son los gatos, dado que es una apasionada de estos animales y colabora con la asociación SOS Felina. Por eso los homenajeó incluyendo su nombre en la tienda.

Con 38 años y después de estar 21 trabajando en un bazar, se vio en el paro y no le quedó otra alternativa que reinventarse. Una amiga a la que se le dan bien las manualidades le propuso pintar piedras que después vendió en el Mercado municipal.

Los motivos eran diversos, desde simples manchas hasta dibujos infantiles, gatos, flores y mariquitas. Estas últimas llegaron hasta Texas, Estados Unidos, y Australia a través de correo gracias a unos conocidos. “Aunque no ganes mucho, conoces gente y todo empieza así”, dice.

Aunque ya no se dedica a esta tarea con tanta frecuencia porque se tiene que ocupar del negocio, son uno de los objetos favoritos de los clientes que lo visitan. Durante las horas que pasa en el local aprovecha el tiempo. Aprendió hasta coser, “yo que no sabía ni agarrar una aguja”, confiesa Ruth.

Esta joven emprendedora es de La Victoria de Acentejo pero siempre ha trabajado en la ciudad turística y por eso se considera una vecina más. Tal es así que decidió moverse y apostar por el Puerto de la Cruz, ya que la afluencia de visitantes es un punto a su favor, pese a que las cosas no siempre sean fáciles.
En este sentido, sostiene que para los emprendedores como ella sería más sencillo si desde la administración no le exigieran tantas cosas. Sobre todo, para una persona que acaba de empezar y los resultados apenas dan para cubrir los gastos.

Ruth Chávez Hernández cree que se necesitan más ayudas para los empresarios, porque eso también repercute de manera positiva en el municipio. Pero no solo para los grandes, sino también para los más pequeños que como ella, decidieron apostar por el Puerto.

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