Angola, una revolución en apuros

El desplome de los precios del petróleo pone al país africano en jaque después de 15 años de paz, al cabo de la descolonización y guerra civil, con la amistad de España intacta
Julia Alicia Olmo, embajadora de España en Angola; Cornelio Caley, secretario de Cultura de Angola, y Luis Padrón, director general de Casa África. M. R.
Julia Alicia Olmo, embajadora de España en Angola; Cornelio Caley, secretario de Cultura de Angola, y Luis Padrón, director general de Casa África. M. R.
Julia Alicia Olmo, embajadora de España en Angola; Cornelio Caley, secretario de Cultura de Angola, y Luis Padrón, director general de Casa África. M. R.

Por Martín Rivero

Los angoleños, protagonistas directos de una república africana joven del sur del continente negro, de una difícil experiencia de modelo comunista en los confines del inframundo, no han conseguido todavía el derecho a darse un respiro después de vivir 14 años peleando con Portugal para la descolonización, 27 de cruenta guerra civil y tan solo los 15 últimos de paz, en los que, en tiempo récord, el presidente José Eduardo dos Santos lideraba una recuperación milagrosa que ha hecho posible que hoy, cuando visitamos Luanda, la capital, parezca mentira si te cuentan que en ese lugar, hace escasamente tres lustros, se libraban sangrientas batallas entre hermanos de tres organizaciones políticas ideológicamente contrapuestas [MPLA -la ganadora, con apoyo de Cuba-, UNITA y FNLA].

Pero Angola vuelve a estar en aprietos. El fatídico desplome mundial, especialmente en 2015, de los precios del barril del petróleo, recurso del que depende el 90% de las exportaciones nacionales y el 40% del PIB del país, era la peor noticia que le podía dar a la incipiente república democrática y multipartidista, hoy inmersa además en la experiencia inusitada de unas elecciones presidenciales sin Dos Santos, casi cuatro décadas después de su llegada al poder tras la emancipación del país.

Este pesimismo económico se nota en la calle, en las conversaciones con ciudadanos de a pie, con diplomáticos, con representantes del Gobierno, empresarios o con el conserje del hotel Tivoli, en el 85 de la rua de Missao, en Luanda, en el que nos hospedamos nada más tomar tierra, con la Sinfonía número 3 de Mahler, a bordo del A330 de Lufthansa, donde las atenciones al pasajero demuestran que la crisis no habló en alemán. En Angola no es posible entrar sin la preceptiva medicación contra la malaria. Nada más pisar las instalaciones de la terminal los carteles informativos advierten sobre los síntomas de esta enfermedad potencialmente mortal que transmiten los mosquitos. Lo primero que el visitante extranjero advierte es el rigor del calor húmedo angoleño y que, quizá por eso, los nativos de este país son muy madrugadores, llenando las calles de actividad desde las seis de la mañana.

El turismo, reto de futuro

Angola lo tiene difícil, pero es cierto que puede mirar al futuro con optimismo porque posee recursos sin explotar que le pueden sacar en cualquier momento del atolladero. El país tiene grandes posibilidades con la minería y la industria turística está prácticamente intacta. La población se queja del encarecimiento de la vida. Los productos de consumo son importados y los precios para su adquisición normalmente no están al alcance del angoleño medio. Tampoco una casa para vivir en el centro, en el que el alquiler puede girar en torno a los 3.000 euros para un piso con dos habitaciones y “es un chollo”, como nos explicaba un alto funcionario de la embajada de España.

En Angola coexisten dos economías domésticas distintas y con un gran abismo por medio. Hay una Angola con las máximas prestaciones y posibilidades de consumo de alto standing para la población flotante o del lugar que vive del negocio petrolero y hay otra Angola de clase media-baja que vive en un mundo paralelo, en el extrarradio en el que la acumulación de basura en zonas denota que algo no funciona bien a pesar de los esfuerzos de concienciación de la revolución y del orgullo con que los angoleños defienden a su patria y luchan por cimentar una identidad perdida y demostrar al mundo que son capaces de conseguir hacer más fácil la vida a su gente, como nos comentaba con pasión el exguerrillero Nsiku Manuel Francisco, que hoy cuida con mimo y convencimiento, en el rol de guía, de la Fortaleza de Sao Miguel, que alberga el museo de la revolución, desde la que se divisan espectaculares panorámicas de la capital, Luanda. “Yo fui el primer guerrillero angoleño que viajé a Cuba tras el final de la guerra en 2002”, resalta con humildad mientras señala una foto antigua en la que aparece uniformado en el campo de batalla.

Amigos para siempre

Angola ve con buenos ojos a España. No es nada nuevo, viene de lejos. “Nos alegra mucho que Casa África haya pensado en este país para un proyecto cultural. Angola y España están más cerca que nunca tras 40 años de relaciones continuadas. Hemos sido siempre amigos desde la independencia, en los peores momentos, que es cuando se valora”, manifestó Julia Alicia Olmo, embajadora de España en Angola y con una dilatada hoja de servicios en la diplomacia hispana, con gran experiencia en América Latina, donde vivió de cerca negociaciones con la guerrilla colombiana y el sandinismo de Nicaragua. El auditorio, en la residencia de la embajadora, estaba compuesto de representantes del sector cultural angoleño y una expedición de directores de los principales festivales de world music en España [Pirineos Sur, Etnosur, Fuerteventura en Música, Festival Mumes, Imagina Funk], las productoras Radiation y Salan Producciones y la Diputación de Jaén, participantes en la octava edición del Vis a Vis, proyecto de Casa África para seleccionar bandas emergentes africanas que giran todos los veranos en España, que organiza Dr Zhivago y apoya SGAE y, en esta oportunidad, el Gobierno de Angola a través de su Ministerio de Cultura, con la colaboración de las Embajadas de España y Angola.

Por su parte, Luis Padrón, director general de Casa África, reconoció que el Vis a Vis “se ha consolidado como el camino más válido para reforzar las relaciones entre España y África”. Los promotores musicales españoles fueron testigos del interés demostrado por las autoridades angoleñas para estrechar lazos con España y alimentar una relación activa permanente.

Fueron dos representantes del Ministerio de Cultura de Angola los que agasajaron a la expedición española con numerosas muestras de bienvenida y cortesía. Cornelio Caley, secretario de Estado de Cultura, y Carlos de Jesús Vieira, director nacional de Acción Cultural del Ministerio de Cultura, expresaron públicamente, en numerosas ocasiones, la necesidad de potenciar proyectos de colaboración cultural entre ambos países. “España está en nuestra lista de compañeros de viaje desde hace cuatro décadas”.

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