Estos son mis principios

Mariano Rajoy intenta comprar a los catalanes con su anuncio de una inversión estatal de más de cuatro mil millones en aquella tierra. Y, ante la cara que se le quedó a las demás comunidades, se apresuró a añadir en su viaje a Malta que también habría para las demás.

Mariano Rajoy intenta comprar a los catalanes con su anuncio de una inversión estatal de más de cuatro mil millones en aquella tierra. Y, ante la cara que se le quedó a las demás comunidades, se apresuró a añadir en su viaje a Malta que también habría para las demás. Un prodigio de la tradicional y exquisita diplomacia del presidente del Gobierno, y de su buen hacer como comunicador político. Así funciona nuestra democracia: todo tiene un precio y todo se compra y se vende. En particular, el sentido de las votaciones en el Congreso de los Diputados. Hace pocas semanas tuvimos otra demostración con la visita de la vicepresidenta y sus pactos con Clavijo. Y las negociaciones sobre la ley de Presupuestos son más de lo mismo. Ante tal panorama, uno se siente fuertemente tentado a dar la razón a los nacionalistas, cuya propia existencia se basa en la reivindicación incesante e insaciable, y en la existencia paralela de un enemigo exterior, que nos maltrata. El nacionalismo practica la sinécdoque política de tomar la parte por el todo, y se erige en único representante de los intereses de su tierra, sin reconocer que esa representación pertenece también legítimamente al resto de partidos y fuerzas políticas votadas por los electores. En definitiva, las fuerzas nacionalistas, por su propia naturaleza y su ideología victimista y necesitada de un enemigo exterior, siempre contienen un cierto grado de populismo. Aquí en Canarias, sin ir más lejos, donde Madrid tiene siempre la culpa, se ha llegado a proponer, desde el nacionalismo de Antonio Cubillo, pero también desde el nacionalismo de Coalición Canaria, la prohibición de la inmigración peninsular o extranjera y la implantación del permiso de residencia. Aunque ahora, en tiempos de refugiados y ayuda humanitaria, se han olvidado pudorosamente tales planteamientos. Si las hemerotecas hablaran en estos andurriales atlánticos cuántas cosas nos dirían.

Claro que, ante el mercadeo político nacional y el anuncio de Rajoy, uno termina por entender que los independentistas catalanes no rechacen los cuatro mil millones y, al mismo tiempo, no
desistan de la independencia. Y que los canarios vendan su voto. Porque, por lo visto, si esperamos a que se nos apliquen principios de buena política y de justicia distributiva vamos listos. Estos son los principios de la política española. El problema es que, si no nos gustan, no tenemos otros como tenía Groucho.

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