Nadie sabe lo difícil que es escribir en un periódico

Yo he sido director de periódico. Por eso sé lo difícil que es escribir en un diario. Escribí un libro, El dedo de Mustafá, felizmente agotado, en el que volqué las lecciones que no me dejaron dar en la Facultad de Periodismo

Yo he sido director de periódico. Por eso sé lo difícil que es escribir en un diario. Escribí un libro, El dedo de Mustafá, felizmente agotado, en el que volqué las lecciones que no me dejaron dar en la Facultad de Periodismo. Más que una novela, que también, es un libro de texto, adaptado a la vida de un director de un diario. Lo escribí a raíz de haber recibido por correo el dedo cortado de un preso, desde la prisión de Tenerife II. Se llamaba Mustafá y había sido condenado a ocho años por narcotráfico, pero él sostenía con vehemencia que era inocente. Para demostrarlo no se le ocurrió otra cosa que cortarse un dedo de una mano y enviármelo por correo, lo que provocó el desmayo de mi secretaria y una llamada a la policía para que recogiera el dedo de Mustafá y se lo llevara a Torco, a la sazón juez de vigilancia penitenciaria. Le pedí a Torco que se interesara por este senegalés del dedo cortado y me imagino que habrá revisado su caso, pues muy inocente tenía que ser para cortarse un dedo y mandármelo a mí porque, en una carta llena de sangre, sostenía que yo lo podía ayudar. No recuerdo si lo ayudé o no, pero Mustafá ya debe estar en la calle, en su país, o donde le haya llevado el destino; y espero que -si delinquió- nunca más lo vuelva a hacer. Ser periodista de trinchera es la mar de incómodo, porque tiendes a meterte con los poderes y estos -los ocultos y los aflorados- no perdonan. Yo creo que El dedo de Mustafá refleja muy certeramente la vida de los periodistas y es un libro digno de ser leído -y perdonen la falsa modestia-. Se exponen en él ejemplos reveladores de lo que es esta mierda de profesión y de mundo.

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