Hayek y la libertad

Se cumple este año el XXV aniversario del fallecimiento de Friedrich A. Von Hayek,(1899-1992), uno de los pensadores que mejor supo entender el liberalismo y adaptarlo al mundo contemporáneo

Se cumple este año el XXV aniversario del fallecimiento de Friedrich A. Von Hayek,(1899-1992), uno de los pensadores que mejor supo entender el liberalismo y adaptarlo al mundo contemporáneo. Aunque no siempre fue bien entendido, como suele ocurrir con las mentes geniales, siempre trató de afirmar la libertad frente a los totalitarismos y de criticar la intervención asfixiante del Estado en la vida de los ciudadanos.

En efecto, Hayek, premio Nobel de Economía en 1964, defendió la libertad individual frente a todas las formas de opresión y se caracterizó por una firme posición contra el dogma de que la omnipresencia del Estado era sinónima de prosperidad y felicidad para los ciudadanos.

En este tiempo en que nos ha tocado vivir, a pesar de que las Constituciones europeas reconocen las libertades y los derechos fundamentales de la persona, es menester recordar que la libertad individual es la principal señala de identidad de la civilización europea. Es más, si antaño el comunismo, el fascismo, el nacionalsocialismo o cualquier forma de intervencionismo radical, se caracterizó por anular las libertades, hoy contemplamos como los nuevos totalitarismo, escondidos bajo formas más o menos simpáticas de populismos, intentan laminar la democracia liberal. Esa democracia a la que Hayek, como tantos otros, consideran como el sistema político que más prosperidad y libertad ha traído consigo, por más que hoy en muchas naciones se presenta degradada y dominada por una creciente corrupción.

Frente a quienes solo conciben la libertad bajo la óptica económica, Hayek, haciendo gala de su condición de liberal clásico, siempre tuvo claro que la libertad es un todo armónico compuesto de muchas dimensiones. En su libro Los fundamentos de la libertad subraya estas ideas y afirma que para la defensa de la libertad hay que recurrir a la política, al derecho, a la filosofía, a la ciencia.

En efecto, la libertad se conquista todos los días. La libertad es para ponerla en juego, no para contemplarla sin más. Y hoy más que nunca, en una sociedad dominada por lo políticamente correcto o conveniente, en una sociedad en la que tantos se dejan conducir por el pensamiento único, la aventura de la libertad es, si cabe, tan emocionante como en aquellos periodos de nuestra historia en los que el autoritarismo impedía ejercer tan noble compromiso.

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