superconfidencial

Ciudad con techo rojo

Me he puesto bucólico. Los flamboyanes regalan, por junio y julio, a Santa Cruz un techo rojo intenso

Me he puesto bucólico. Los flamboyanes regalan, por junio y julio, a Santa Cruz un techo rojo intenso. Las ramas de los flamboyanes tapan parcialmente el sol y la ciudad cambia de color, de la noche a la mañana. Es algo así como una sinfonía en rojo, que altera notablemente el paisaje y abre espacio a la alegría del verano. El flamboyán se adueña de la urbe y se descompone para caer, tiñendo las calles, las plazas y las ramblas, convertidas en veredas coloreadas. Una especie de amanecer que dura todo el día, envuelto en un color rojo/sol que se arremolina en torno al quehacer urbano y explota, de vez en vez, al capricho del astro llamado rey. Nos llama la atención a todos, a los que estamos y a los que vienen. Nunca pasa desapercibida la apoteosis del flamboyán, como ocurre con el andar de una bella pelirroja por la rambla de Santa Cruz, cuando el sol del mediodía cae a plomo sobre los árboles centenarios. Yo cada año le dedico un homenaje al flamboyán, que tiene la capacidad de transformar Santa Cruz y de ponerla a las puertas de una nueva estación, despidiendo a la primavera. Cuando ya no esté, echaré de menos a este árbol que surge en cada esquina, casi sin darnos cuenta, haciéndose notar por dos meses o tres, una vez al año, identificando a Santa Cruz con un rojo intenso que salpica sus calles y sus plazas. Es una delicia pasear bajo su umbría discontinua, mientras sus pétalos no dejan de caer, cazados al vuelo por los niños teñidos de rojo. En fin, que empieza el verano, ha empezado ya, y hemos de refugiarnos del rigor del cielo bajo un flamboyán o en un zaguán fresco de los pocos que quedan ya, porque los nuevos edificios no tienen zaguanes. Si acaso los del Toscal.

TE PUEDE INTERESAR