tribuna

La Malmaison

Alguien cree que Junqueras y Puigdemont son comparables a Gandhi y Mandela? A veces temo ofender las convicciones de las personas que actúan de buena fe

Alguien cree que Junqueras y Puigdemont son comparables a Gandhi y Mandela? A veces temo ofender las convicciones de las personas que actúan de buena fe. Puede ser que haya unos cientos de miles de catalanes que se hayan dejado llevar por las arengas de unos exaltados que, aparte de inculcarles unas ideas legítimas, les han provocado pensamientos irracionales, pero eso no les libra de que los considere víctimas de la demagogia impartida por unos pocos. Ninguna idea es lo suficientemente buena para que haga perder el juicio a sus seguidores. No voy a entrar en establecer las diferencias que existen entre un país colonizado y una región que se quiere independizar de un estado al que pertenece y forma parte, con todas sus obligaciones y derechos, desde el momento de su fundación. No existe ninguna situación de sometimiento que los haga ser equivalentes. Lo que hay que resaltar para distinguir a estos héroes, que Tardá equipara a los líderes independentistas, es esa frase tan traída y llevada últimamente de un personaje de Espriu. Gandhi y Mandela fueron hombres que se sacrificaron por sus pueblos, Puigdemont pretende que sea todo un pueblo el que se sacrifique por él.

La palabra sacrificio está muy de moda después de conocerse los mensajes intercambiados entre Comín y el autodenominado presidente de la República catalana. Significa que han sido sus propios correligionarios los que lo han sacrificado. Ni él se sacrifica por el pueblo, ni el pueblo se sacrifica por él. Son sus compañeros los que lo han vendido. Al menos, de eso es de lo que se queja. Es un problema entre ellos, que ahora intentan resolver al estilo de Salomón, partiendo al niño por la mitad. Si los catalanes están dispuestos a seguir soportando esta comedia demuestran tener más paciencia de la que les suponía. Siguiendo con las comparaciones, no falta quien lo asimile a Tarradellas. Pero Tarradellas era un señor y estos son una panda de rufianes. (Alguno de ellos no tiene inconveniente en llamarse así).

Conocí en el Madrid de los sesenta a un pintor naif llamado Argimiro España, que pintaba escenas históricas muy ilustrativas. Mientras me invitaba a un huevo frito en su casa me enseñó una alegoría donde se representaba a un hombre en una isla y una mujer en una casa. Eran Napoleón y Josefina. Mientras Bonaparte era recluido en Santa Elena, ella se quedaba con la casita (la Malmaison), explicaba. No sé por qué esta horrorosa pintura me recuerda a la solución catalana donde Junqueras puede decir aquello de: “En fin, querida Pilar, tú preñada y yo en la cárcel”. Esta remembranza napoleónica me viene que ni pintada, porque el lugar que ha elegido la supuesta Josefina para instalar su Malmaison no es otro que Waterloo, el escenario de la derrota del que resultó preso. Vergüenza les tiene que dar a los catalanes de que alguien intente mandarlos desde allí. En aquella ocasión nos divertimos mucho y, después de ver el cuadro de Argimiro nos fuimos a tomar unos vinos al Comunista de la calle Augusto Figueroa, ahora confieso que no sé para donde mirar.

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