después del paréntesis

El único

Comenzaré por la crisis, por reconocer los desajustes de la obra maestra del individualismo, la ambición y la abolición ética. Mas eso, para el caso, no es tan importante como sufrir la sumisión de los Estados a la canallesca del liberalismo, el gran regalo a los europeos de la onerosa Thatcher, el modelo que abomina de la calidad de la democracia y de la existencia y se centra en el poder de los bolsillos. ¿Cómo se formaliza esta historia? Primero: las grandes multinacionales han hecho que los Estados no cuenten con iniciativa. Cuanto menos controles e impuestos, mejor. Además, los medios públicos solventes ya han sido privatizados. Lo que le resta a los dichos Estados es multiplicar los impuestos y salir al rescate de la ruina, como ocurrió en España con la banca… Segundo: pongamos, movimiento pendular de la economía y/o la política. Pero este cuento no es normal. Lo que se narra aquí es que la inmundicia es aceptada. Lo confirmó Guindos: si no hubiéramos retraído, o quitado, los mil millones de la sanidad, educación, servicios…, hubiéramos salido del euro. Así pues, no basta con que nos preguntemos dónde están los que atesoraron millones de dólares o de euros rematando el sistema financiero mundial; no están ante los tribunales de justicia, salvo excepciones, como Madoff, por pasarse de listos; no basta, hemos de preguntarnos qué pasa con quienes han obtenido los votos suficientes para gobernarnos. Tal cosa es lo que ocurre: la indolencia de la política. Obama devolvió la acción al origen, a lo que adujimos como sustancial, después del pútrido y nefasto paréntesis neoconservador de Bush. Pero de inmediato se repara el discurso. Obama es culpable del terrorismo, de la inmigración, de… Inevitable volver a la senda de los justos. ¿Quién gobierna hoy en EE.UU.? Que estos sujetos actúen por patriotismo no se lo cree ni su madre. Y de nuevo lo expuesto no es lo prodigioso; lo prodigioso es que esta crónica la encarnan seres humanos de carne y hueso a los que no les importa las faltas del 90% de los mortales y se regocijan con los caudales del 10% de los ricos; lo que desorienta no es que los seres comunes de este planeta nos encontremos frente por frente con cada uno de esos perversos; lo que desconcierta es que esos perspicaces y avispados sujetos hayan sabido imponer la elección, explicar la demencia del único, es decir, yo soy el todopoderoso Bush, Blair, Aznar, Rajoy, ¡Trump!…
Ello no es sólo patético, es también aterrador.

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