reflexión

La vida como destino y camino

Hay esperanza.

Al final del drama triunfa la vida, aunque la historia encierre situaciones aparentemente insalvables. Al final la vida se vuelve a abrir camino por las grietas que las personas le dejamos a Dios. No importa sin son menudas o magníficas, por ellas se cuela la posibilidad de sentido, la dicha del perdón, la salvadora experiencia de sentirnos amados y perdonados, y el triunfo sobre el gris de la muerte. La vida triunfará al final. Y esto es bueno saberlo cuando, como todo Viernes Santo, contemplamos colgar de una cruz al mayor de los inocentes. Cuelga un cuerpo llamado a la vida. Un cuerpo asumido por lo divino que se convierte para todos en posibilidad de destino y en camino seguro.

Es una pena que incluso para muchos cofrades la Semana Santa acabe en la procesión Magna del Viernes Santo. Considero que saben que no es así, pero es una lástima que todo acabe muerto y sepultado. Tal vez, inconscientemente, nos resulte más cómodo un dios muerto y enterrado que el Señor de la vida, resucitado de entre los muertos y providente en nuestro camino. Porque si vive, Jesús actúa, nos trata y nos afecta. Tal vez nos complique la pereza y el egoísmo. Tal vez…

La Virgen de los Dolores, o de las Angustias, o de la Soledad, o de la Amargura, se convierte en Madre de la Esperanza. Y nuestra esperanza no defrauda, porque la promesa se cumple al tercer día. Resuciterá tal como lo había dicho.

Este año el tiempo de pascua, estos próximos cincuenta días que tenemos por delante, tendrán para nosotros un lema elocuente: ¡Faltas tú! ¡Ponte en camino!

El “camino” es Jesús.

Es el destino y, a la vez, es el camino.

Lo que acabo de escribir no sé si es o no es de tú interés, querido lector. Tal vez lo has leído no sabes muy bien por qué. Tal vez ibas haciendo un juicio interior sobre la ilusa esperanza de su autor. No importa. Si has llegado hasta aquí, debe ser por algo. Me alegro.

No olvides que ¡Faltas tú! Por tanto,  ¡ponte en camino!

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