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Venancio González Hernández, herrero de Pinolere, una vida junto a la fragua

Una sociedad eminentemente agraria como Pinolere, hasta hace unos años, y con una importante ganadería mular, va a necesitar de profesionales que les proporcionen las herramientas específicas para poder desarrollar las tareas agrícolas dominantes en este lugar
Venancio González Hernández y la herrería tradicional. | Autor: Yapci Gómez Lima.
Venancio González Hernández y la herrería tradicional. | Autor: Yapci Gómez Lima.
Venancio González Hernández y la herrería tradicional. | Autor: Yapci Gómez Lima.

Por Rafael C. Gómez León, maestro

Una sociedad eminentemente agraria como Pinolere, hasta hace unos años, y con una importante ganadería mular, va a necesitar de profesionales que les proporcionen las herramientas específicas para poder desarrollar las tareas agrícolas dominantes en este lugar. Tengamos en cuenta la importancia que tuvo el cultivo de los cereales (hasta los años sesenta), las papas y los árboles frutales. Los castañeros para la cestería. Las bestias de carga para transportar o comerciar los productos que se elaboran en el barrio (pinocho, carbón, cestos…). Todo ello va a demandar la aparición de los herreros para evitar los desplazamientos frecuentes hasta las fraguas de la Villa, generando una economía autosuficiente en el barrio.

Los metales, calentados al rojo en la fragua, son moldeados con el martillo en el yunque, dando lugar a diversas piezas de pequeño y mediano tamaño como las podonas, hoces, etc., que luego son usadas para las faenas del campo por los agricultores. “Yo trabajo con hojas de muelles de coches. Se van poniendo al rojo vivo en la fragua y las voy machacando poco a poco, hasta que se van poniendo finito. Después, le vas dando la forma que quieras en el yunque”.

Los herreros, especialistas en esta gama de operaciones no se encuentran ya más que en las herrerías rurales, talleres de mantenimiento o pequeñas cerrajerías.

En este pago existieron dos herrerías. Una la regentaba D. Esteban González Fariña (q.e.p.d.) y la otra D. Cristóbal Luis Acosta, ambas en Los Cuatro Cantillos. Éste último contó con sus hijos como colaboradores directos en esta labor artesanal. Elaboraron, principalmente, cuchillos para la gente que trabajaba en las plataneras de la costa, hoces para coger hierba o cegar el trigo, y alguna vez llegaron a herrar algún animal, aunque esta tarea la desempeñaban los herreros de San Francisco, en la Villa. “La carretera estaba jodida. El que más entraba con el coche era Gregorio -el Sombrerito- y Alejandro. Venían a traer el carbón para la fragua de Cristóbal en Los Cuatro Cantillos”.

Esteban González Fariña traslada, algunos años más tarde, la herrería a Pinolere, junto al barranco de El Infierno. Allí continuó
manufacturando sus herramientas, y llegó a fabricar los famosos y vistosos cuchillos canarios -de mango decorado de hueso de cuerno de cabra e incrustaciones de metal- de los que, por suerte, se conserva algún modelo original.

D. Esteban González Fariña, maestro que fue en este oficio, transmitió toda su sabiduría a su hijo Venancio González Hernández,
único herrero del barrio. Éste comenzó el aprendizaje de las técnicas de la forja del hierro con tan sólo nueve años. La elaboración
de las distintas herramientas (hoces, picaderas, cuchillos, podonas, podones…) siguen el laborioso proceso que aprendiera cuando apenas era un niño. La fabricación de instrumentos para uso agrícola tiene un reconocimiento popular importante debido, principalmente, a la calidad de sus productos.

Cada pieza que se elabora tiene un tratamiento diferenciado, tal y como nos comentaba Venancio González Hernández: “La pieza ya terminada la meto de nuevo al fuego, y cuando está al rojo vivo las meto en barro o cebo”. “La tiempla de las podonas se da con barro y la de los cuchillos con cebo”. La calidad del objeto está, sin lugar a dudas, en la tiempla, que es diferente según la tradición heredada por cada herrero. “La tiempla se hace para que no se cambe, ni se rompa la pieza, ni se rompan los bordes”. La industria metalúrgica y las máquinas han ido reemplazando al obrero manual, pero no han podido con la calidad y el arte con que se templa el metal en el yunque al elaborar una buena herramienta, como las que sigue produciendo, hoy en día, Venancio González Hernández.

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