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Donde murió el Chivo

Hace años viajé con una amiga azafata a la República Dominicana. La historia de las dictaduras me fascina, porque me repele

Hace años viajé con una amiga azafata a la República Dominicana. La historia de las dictaduras me fascina, porque me repele. Allí seguí los pasos del dictador Trujillo; por eso, la novela de Vargas Llosa, La fiesta del Chivo, me pareció muy interesante, igual que la película protagonizada por Isabella Rossellini, en el papel de Urania Cabral, rodada años después y basada en el relato de Vargas. Toda la perversión de aquel régimen quedó retratada en el texto y en el film. Recuerdo que, quizá con mal gusto, quise hacerme una foto en el mismo lugar donde abatieron a Rafael Leónidas Trujillo las personas que él había humillado gravemente. Como casi todas las dictaduras, la de la República Dominicana acabó violentamente. Tuve ocasión de hablar de ello con un presidente democrático, don Juan Bosch, cuyos libros me dedicó en La Gomera, durante un congreso de intelectuales españoles y latinoamericanos que ideó mi amigo Manolo Martínez Rascado y organizó Arturo Trujillo. En Santo Domingo me recibió el embajador de España, que era Fernando González-Camino, por lo que el viaje tuvo que haber sido entre los años 1988 y 1991, que fue el tiempo en que González-Camino desempeñó el cargo de nuestro alto representante diplomático. He mirado en las esquelas de ABC y murió en 2003. Un hombre extraordinariamente afable, que me habló de la historia reciente del país y, cómo no, del Chivo. Imagino cómo habrá sido la crueldad de aquel dictador, en los cincuenta, en un país que vivía para él (fue asesinado en 1961). Su familia aún sigue en España, a donde llegó corriendo a la muerte del dictador para refugiarse bajo el paraguas del general Franco. La historia de la República Dominicana es apasionante, incluida la larga etapa de Balaguer y la brevísima de don Juan Bosch, considerado uno de los grandes escritores de Latinoamérica.

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