cartas desde parís

Francia, camisa blanca de mi esperanza

El director me ha pedido que cambie de lugar, que viaje a París, “ahí está el futuro de Europa”.
-¿No en Londres, no en Roma, no en Berlín?

Eso le pregunté, y a vuelta de mail me envió este manuscrito, que transcribo para que ustedes observen cómo se comporta Carmelo Rivero cuando no lo miran.
“Querido Ángel, no seas babieca.

En primer lugar, ¿cómo puedes ponerme la palabra Londres en una serie de ciudades en las que es posible vislumbrar el futuro de Europa?

¿Es que no sabes que allí galopa el brexit como un caballo loco? Déjate de pollabobadas y hazte periodista otra vez, como cuando le quitabas a don Víctor Zurita el agua de las galeradas.

En cuanto a Roma, aparte de que no paga a traidores, es un mundo putrefacto en el que tú te morirías de asco, pues allí ya no están limpias ni las manos de los que hacen los spagueti en I Mani Puliti, adonde te llevé hace años, cuando tú cumplías los 70 y simulabas tener 69. Por lo que se refiere a Berlín, ¿es que no has percibido que ese ciclo se está acabando? ¿Qué noticias recibes tú en Moscú de lo que hace Merkel, aparte de esas fotos de cartón piedra que se acaba de hacer con Putin, que la toreó como a una vaquilla? Ah, ya sé que te molestará esa palabra, vaquilla, pero ahora nadie nos está leyendo y tú no serás tan descarado como para divulgar lo que te digo por este medio.

Descartadas esas capitales, donde me apetece que estés es en París, que es, ya lo verás, la camisa blanca de tu esperanza. ¿Por qué? Pues te lo voy a explicar: ahí están los mejores bocadillos de salchichón de Europa, las ostras siguen estando frescas, y además me parece que Macron es mejor que Putin, que May o que Merkel juntos.
¿No te basta, cabeza de chorlito”.

Por eso me vine a París. Aunque él se resiste a pagarme el pasaje al futuro en el que viviré algún tiempo.

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