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Pasado y futuro electoral

Los tribunales españoles están politizados e intervenidos en muchas ocasiones por los políticos, pero la politización actúa en las dos direcciones

Los tribunales españoles están politizados e intervenidos en muchas ocasiones por los políticos, pero la politización actúa en las dos direcciones: dos jueces “progresistas”, a través de una sentencia que decidieron publicar en una fecha más que sensible, han propiciado una moción de censura y precipitado un cambio de Gobierno en España. Un cambio de Gobierno que implica que el presidente del sistema va a gobernar con el apoyo de los que quieren destruir ese sistema; que el presidente del Gobierno español lo ha sido con los votos de los que buscan separarse de España; y que el secretario general del PSOE ha sido votado por los mismos que justifican y no piden perdón por los asesinatos terroristas de multitud de militantes y simpatizantes socialistas. Parece excesivo, incluso para una pobre democracia como es la española y para un pueblo sin tradición ni referencias democráticas, como es el español.

La gran pregunta sigue siendo por qué no dimitió Rajoy y abortó de esa manera la censura: el propio Pedro Sánchez le ofreció esa salida. Las causas son múltiples. En primer lugar, porque la dimisión implicaba el reconocimiento de una culpa que siempre ha negado desde su papel de víctima traicionada. En segundo término porque, ante sus nulas posibilidades, su dimisión obligaba a improvisar un candidato popular alternativo, con el partido dividido entre la vicepresidenta y la secretaria general. Y, encima, esa operación, como reconoció Dolores de Cospedal, no garantizaba la continuidad de los populares en el Gobierno. Era más que probable que, en una investidura, cualquier candidato popular fuese rechazado también por la Cámara, y que el Rey tuviera que proponer como candidato a un Pedro Sánchez que en segunda vuelta solo necesitaba una cómoda mayoría simple.

La posterior dimisión de Rajoy abre la cuestión sucesoria en el PP, una cuestión problemática por la férrea autocracia con la que lo ha presidido. Es una buena decisión porque si Rajoy hubiera persistido en continuar y hubiese sido candidato en unas próximas elecciones generales, el desastre del PP podría haber sido irremediable y parecerse mucho a lo que le sucedió a la UCD. Y eso que la imagen pública de Adolfo Suárez era muy superior a la del ex presidente del Gobierno, con fama de indolente y poco resolutivo. La amenaza de Ciudadanos es real, y una candidatura de Rajoy ofreciendo más de lo mismo sería definitivamente mortífera.

En cuanto a Pedro Sánchez, ha demostrado cumplidamente que es un socialista radical de puño en alto y canto de La Internacional, de los que no han asimilado el abandono del marxismo impuesto a Felipe González por los socialistas alemanes en los inicios de la Transición. Aunque hay socialdemócratas en su seno, el PSOE no es un partido socialdemócrata, como aseguran muchos comentaristas y tertulianos despistados -o interesados-, y Sánchez menos que nadie. Y está por ver si, como le ocurrió a Rodríguez Zapatero, Europa, los mercados y la Economía le obligan a asumir la realidad y rectificar, siempre que Podemos y otros compañeros de viaje se lo permitan, claro. En cualquier caso, no es probable que pueda eludir la convocatoria de elecciones generales indefinidamente, como todos menos Ciudadanos desean.

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