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Rajoy ya descansa

Estoy seguro de que Rajoy, tras unos días sin poder ejecutivo, está feliz por haber dejado la política. Tanto el Gobierno como la presidencia del PP. Ayer se emocionó. Se me hizo raro cazarle un puchero, tras los aplausos de su junta directiva, o como se llame eso. El PP tiene ahora que aprender a andar sin él. Fue quien condujo a España, a fuerza de sacrificios terribles de los españoles, al éxito económico, tras el desastre de la era Zapatero, que supongo que este de ahora, el elegido sin urnas, no querrá que se repita. No sueñen con que Sánchez vaya a convocar elecciones antes de que toquen, a no ser que sus aliados le tuerzan el rabo y lo pongan contra las cuerdas. Rajoy se fue a su dúplex con la familia; será vecino de Terelu Campos, con la que no creo que pueda hablar de muchos temas. Se integrará, supongo, en el Consejo de Estado, aunque como es tan raro igual regresa al Registro de Santa Pola, cuya plaza tiene en propiedad. En Santa Pola veraneaba don Santiago Bernabéu, tan honrado como Rajoy, que cuando se murió sólo tenía ahorrado un millón de pesetas (6.000 euros, después de haber sido tropecientos años presidente del Real Madrid). Mariano Rajoy salió ayer de la sede de Génova, ahogando su emoción en aplausos. Congreso extraordinario y nuevo líder. En las encuestas gana a los puntos Núñez Feijóo; luego, Soraya emperatriz; y tras ella, su enemiga Cospedal. Pablo Iglesias tuvo palabras muy cariñosas para Rajoy. No es un secreto que se llevan bien. Y el otro ha llenado el Gobierno de mujeres, mucho más inteligentes que él. Ayer fue un día movido para la historia de España, esa que cuentan y resumen tan bien Pierre Vilar y Fernando García de Cortázar, dos fenómenos. Incluso hay cambios en El País: Soledad Gallego-Díaz sustituye a Antonio Caño. Ay.

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